Intelectuales, México, Poder, Polarización, Política

La aristocracia del bufón

“Un intelectual que no comprende lo que pasa en su tiempo y en su país es una contradicción andante.” (Rodolfo Walsh)

Enrique Krauze y Héctor Aguilar Camín son los gurúes de la cultura mexicana contemporánea, vamos, no es cosa de risa porque que así se presentan ellos; los dos como cabeza de sendos grupos de “intelectuales” de -por cierto- muy mala memoria. Acostumbrados a servir al poder, a hacer caravanas y hacer reír al gobernante en turno, cambiaron la honestidad intelectual por el enriquecimiento propio de ellos y de sus negocios editoriales.

Durante los sexenios de Vicente Fox, Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto las revistas, folletos y otras publicaciones editoriales de Krauze y Aguilar Camín recibieron más de 530 millones de pesos del gobierno. Existen documentos probatorios que Aguilar Camín recibió cheques del gobierno del ex presidente Carlos Salinas  a cargo de la partida secreta de presidencia. Existe también la evidencia de que tanto a las revistas Nexos de Aguilar Camín y Letras Libres de Krauze, se les “compraban” decenas de miles de ejemplares mensualmente, mismas que ni siquiera tuvieron que imprimirse porque todo fue parte de la farsa “intelectual” del neoliberalismo a cargo de estos dos bufones del poder.

Durante la Edad Media, los bufones cumplían un importante papel  frente a la realeza, por una parte tenían el privilegio de ironizar sobre las autoridades y el mismísimo rey, lo que les permitía convertirse en la correa transmisora de los dichos del pueblo. Los bufones modernos, como estos vetustos y misóginos intelectuales mexicanos en cambio, utilizan la provocación y el escándalo para hacerse oír y ver por el poder, pero esconden lo esencial, su condición de prestanombres al servicio de los grandes grupos corporativos que les patrocinan. Ya no es el poder público, ahora son los grupos fácticos quienes les contratan y quienes les marcan la agenda que ellos traducirán en “exquisito” arte y palabrería.

Esa intelectualidad que no lo fue (si nos apegamos al significado de la palabra) y en cambio sí puerta abierta para el saqueo de recursos públicos, ni se acota a esos sexenios ni se agota en la compra de publicaciones,  alcanza también la distribución de puestos públicos relacionados con las áreas culturales y diplomáticas de todo el gobierno federal, entidades educativas, universidades y gobiernos estatales.

Así que pues ¿por qué pensamos que pudieran estar a favor de la Cuarta Transformación que les secó los recursos a que se habían acostumbrado? Ellos dos y todos aquellos -sus intelectuales orgánicos- que fueron cooptados con recursos, becas, publicaciones y privilegios, son la camarilla ruidosa que, abusando de su voz en medios públicos y privados, se presenta como los antagonistas a las ideas y nuevas formas de hacer y pensar en la política. Son ese grupo de 250 que recientemente firmaron un desplegado diciendo –en realidad amenazándose-  que votarán por la señora de los chicles y las gelatinas.

¡Touché!, nunca un desplegado tan claramente identificado entre los representados y quien les gustaría les represente. No es un tema de cultura o intelectualidad es un tema de negocios al amparo del poder.

A la derecha y el resto de conservadores mexicanos (es decir que incluyo tanto a la ultraderecha cercana al fascismo como a los progres buena ondita de la “izquierda” que se viste de rosa y votará por Xóchitl Gálvez); hay que recordarles –ahora que les gusta tanto hablar de polarización- que fue Krauze y su “Mesías tropical” y el haber sembrado, por esa intelectualidad que les representa, la idea del “peligro para México” lo que confrontó culturalmente los dos modelos del actuar político en que vivimos. Aclaro que digo y subrayo “culturalmente” porque la única polarización real y contundente es la de la desigualdad y la pobreza.

Despidamos pues a la aristocracia intelectual -a los más famosos escritores y publicistas de los sexenios pasados- del impresentable régimen corrupto que permitió que la educación, libros de texto, escuelas y proyectos culturales estuvieran cooptado en pocas manos y con un único sentido mercantil; solo así se explica el servilismo que tuvieron durante el neoliberalismo y el encono que tienen frente a un modelo que intenta cambiar todo aquello que se hizo mal.

Ellos, ese grupo encabezado por la bufonería, es el responsable de intelectualizar o más bien culturizar a la manera televisa y azteca. No hay sorpresas de su enojo, su ataque es despiadado y les durará no solo una semana más, porque aunque a partir del 2 de junio abrirán los ojos para darse cuenta que tendrán 6 años más de sequía en sus bolsillos, aún tienen mecenas suficientes para seguir fastidiando a cualquier gobierno y cualquier proyecto que no les pague. No sé si lo suficiente para mantener bajo control y seguir manipulando  al resto de abajo firmantes de su círculo cerrado de la élite intelectual, pero sí para seguir haciendo ruido.

¿Qué querían esos intelectuales, además de dinero y poder? Establecer ese modelo que tantos frutos dio a los gobiernos en turno: evitar la crítica social. Ante la reiterada aceptación y explicación de los sucesos políticos y sociales por parte de estos jerarcas culturales, si ellos decían que todo estaba bien y justificaban con sus elevadas teorías cualquier acto de gobierno provocaban que los medios –al unísono-  asintieran y siguieran con el discurso a favor del régimen en turno.

Mientras tanto, para ellos nosotros somos idiotas, no alcanzamos su nivel de suma inteligencia, así se expresan, así lo dicen; somos ese naco no solo social y económico sino también cultural; le atinan únicamente en que solo ellos disfrutaron de los privilegios que les proveyó la cercanía y sumisión al poder.

Desde un punto de vista ideológico, parece ser una novedad histórica definir al adversario dialéctico como “idiota” en vez de abordar sus ideas. Desde un punto de vista histórico no; ya es tradición: (des)calificar al otro para perpetuar su opresión. Estas ideas responsabilizan a los oprimidos de su opresión y al mismo tiempo niegan la existencia de ésta. Legitiman un orden heredado de un pasado (del que no quieren que se hable) en nombre del futuro progreso (que ellos ofrecen y ahora sí cumplirán). Adiós bufones, adiós aristocracia cultural, no doblegaron al gobierno de López Obrador, menos lo harán con el de Claudia Sheinbaum. Ustedes tan Derbéz, nosotros tan Bradbury.

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México, Moral pública, Odio, País, Panismo, Polarización

El sur infinito

“La verdadera división de las clases sociales habría que hacerla teniendo en cuenta la hora en que cada uno se tira de la cama.”

Benedetti

Si para cualquier ciudadano común cabe una áspera respuesta, o mínimo un extrañamiento cuando se refiere de manera peyorativa, clasista o racista respecto a cualquier otro mexicano, ¿Cuál es el nivel de exigencia que se debe pedir a alguien que pretende gobernar, dirigir o representar a México? Debe haber una línea que no se pueda cruzar, una en la que más allá del encono político-electoral y de la discusión política, fuera inaceptable para todos referirse con desprecio de otros ciudadanos por razón de su clase social, raza o género. Decir que los mexicanos del sur son huevones ¿a qué corresponde? más allá de que sea el pensamiento de los conservadores mexicanos. ¿Se puede permitir eso en voz de candidatos a puestos de elección que saben que sus palabras serán replicadas profusamente por los medios de comunicación?

La senadora panista Lilly Tellez dice que: “al sur ya le toca trabajar”, que “Los mexicanos del sur son flojos”

El ex gobernador priista de un norteño estado, Jaime Rodriguez apodado El Bronco, decía que «El norte vence la adversidad, mientras el sur-sureste tiene la bendición de la naturaleza, pero la desgracia de la flojera» (por cierto acusado y encarcelado por desvío de fondos públicos cuando terminó su gobierno)

El actual gobernador del mismo estado, Samuel García del partido Movimiento Ciudadano dice: “En el norte trabajamos, en el centro administran y en el sur descansan…”

El diputado panista Gabriel Quadri dice que: “Si México no tuviera que cargar con Guerrero, Chiapas y Oaxaca, sería un país en desarrollo medio y potencia emergente…”

Yo no voy a hablar de qué estado de la república son estos que se dicen políticos; solo me quedo con el caso del diputado Gabriel Quadri porque no podemos olvidar que este señor  que se dice ecologista mientras atiende las corridas de toros, que este señor al que le sobra el lastre que ve en Guerrero, Chiapas y Oaxaca; es el mismo por el que votaron los panistas y perredistas en Coyoacán; esos que se dicen cool y modernos. En el recuento de daños no podemos echar al olvido que quienes llevaron a la Cámara de Diputados a este señor, son los coyoacanenses –sí los mismos que habitan en territorio puma- ellos son los que eligieron de representante a un racista reaccionario. Cosas de la política, cosas de ignorancia, de negocios y de manipulación mediática.

Porque decir que los del sur, o los del sureste, o como prefieran agrupar a un tercio de los ciudadanos de este país, son flojos, no pasa de ser un cliché absolutamente racista y clasista, veamos:

Datos y no percepciones: De acuerdo al Índice de Competitividad Urbana 2022 del Instituto Mexicano para la Competitividad (IMCO), existen ciertas localidades en el país que tienen jornadas laborales semanales de más de 48 horas. Por ejemplo: Tuxtla Gutiérrez, La capital chiapaneca tiene una tasa de 34.5% de personas que laboran con jornadas de más de 48 horas semanales; en Villahermosa; Tabasco el 34.3%, en Tapachula, Chiapas el 33.1%, en Oaxaca el 32.7% (Y para nadie que investigue un poquito, que conozca la realidad nacional –como sería deseable en quienes ocupan o aspiran a cargos políticos- se puede obviar que estas ciudades se encuentran entre los lugares con peor pago por hora trabajada) En esa deshonrosa métrica a que nos llevó el neoliberalismo, Tapachula es número1, Oaxaca número dos, las peores pagadas y de las que más trabajan.

Y estos son datos de trabajos regulados porque son los que se obtienen de las bases de información del IMSS, pero si a alguien se le ocurre voltear a otros sectores, por ejemplo el agrícola, porque qué fácil es hablar desde un escritorio en el oscurantismo de no poder distinguir que el campo no es como una oficina o una fábrica y sus jornadas laborales no son como las de otros trabajos; los campesinos se levantan en la madrugada a trabajar mientras los demás aun dormimos; hay una gran incomprensión hacia el campesino y hacia el indígena porque se parte de que es “natural” su pobreza y la desigualdad bajo la que viven.

Porque, ¿sabrán nuestros ilustres politiquillos que en el sureste, ese al que desprecian enormemente, se produce el café, la caña de azúcar, el plátano, limón, piña, coco, sandía, mango, vainilla, cacao, cebada, cítricos y arroz entre otras muchas cosas, y que son esos campesinos y gente que llaman “huevona” quien los siembra y cosecha?

El petróleo mexicano se extrae principalmente de ese sur, sureste al que le llaman flojo: Tal vez asumen esos políticos conservadores que se abre una llave y sale. Los estados que más producen petróleo son Campeche, Tabasco, Veracruz y Chiapas. El gas se produce principalmente en Tabasco, Veracruz y Chiapas.  Resulta que con nuestros flojos e indeseables conciudadanos del sur, el 96.6% de la producción petrolera se concentra en Veracruz, Tabasco y aguas del Golfo de México (principalmente Campeche) y  el 75% de la producción de gas natural se concentra también los mismos 3 lugares (Veracruz, Tabasco y aguas del Golfo de México).

El sureste aporta el  33.70 por ciento del Producto Interno Bruto Turístico; ¿debemos suponer que quienes dan ese servicio a los turistas son robots o máquinas?

O será que no es que sean flojos sino que históricamente y en el rejuego de las políticas neoliberales,  la región presenta altos niveles de pobreza debido a precarios ingresos que están por debajo de la línea de bienestar, grandes carencias sociales, además del mayor grado de desigualdad, rezago educativo y salud. Si para un político es fácil decir que la tercera parte de la población es floja y no trabaja y por eso es pobre, solo hay que hacer constancia de  dos cosas: que desconocen la realidad y que la práctica de la política sin ética pierde totalmente su función de servicio público.

Ese Sureste que desprecian es la cuna de las grandes culturas precolombinas y por ello tiene la concentración más grande de poblaciones indígenas, como resultado tiene una gran diversidad y riqueza en su patrimonio cultural; y en contraste tiene una de las mayores desigualdades que hay en el país. ¿Pero estos les dicen flojos?

Como región, el sureste es la segunda región más poblada del país, después de la mesorregión Centro-País, tiene una extensión territorial de más de 500,000 kms2 y cuenta con casi el 30% de la población mexicana. Es la región con la mayor biodiversidad de México, concentra –esa zona de flojos según les dicen los panistas y priistas- enormes riquezas naturales, enormes capacidades agropecuarias y la mayor concentración de agua dulce del país.

Oaxaca, Puebla, Chiapas y otros estados del sur, también Guerrero, aportan en sus mujeres la fuerza de trabajo que sirve como “trabajadoras del hogar” en muchos otros estados del país, incluso los más norteños. Más allá de que los datos de COPRED consideren que muchas de ellas son mal pagadas y carecen de seguridad social; trabajan arduas horas que superan por mucho las 48 semanales; imagino a estas “flojas” atendiendo quienes les desprecian, ¡qué tragedia! Y que vergüenza sus dichos frente a la realidad.

Dicen flojos más bien porque son racistas y clasistas, porque cuando dicen «el sur» o «la gente del sur» en realidad quieren decir morenos y pobres. «La gente morena es floja» es lo que en realidad piensan. Sus flojos son los indígenas y los morenos, varía en el alcance de qué estados cubre su desprecio únicamente el hecho de qué tan más o menos racista es la persona en cuestión.

México no es un país de flojos, no hay datos que sustenten tal barbaridad, y sí en cambio los hay los de la Organización Internacional del Trabajo, dependiente de la ONU que dice que casi el 30% de los trabajadores mexicanos, alrededor de 11 millones de personas trabajan jornadas «excesivas”.

El racismo y la discriminación que llevan al cliché fácil, habitan cómodamente en el lenguaje y en los hechos del conservadurismo mexicano que representa el PAN, FRENA, PRI y prd y que se aglutinan en el Frente Opositor que comanda ClaudioX, su muy promovida e inflada precandidata, la señora Xóchitl Gálvez dijo hace apenas unos días al presentar entre sus iguales: “La gente del sureste no puede trabajar 8 horas seguidas…”  ¿Nos sorprende? No, de la que estuvo a cargo de la oficina de pueblos indígenas del foxismo, no, de la panista que quiere gobernar este país, no. Su racismo es vomitivo pero es lo que tienen.

“Este sigue siendo un país profundamente racista y clasista” y quienes contribuyen a ello quieren volver a gobernarlo.

Carlos Pellicer, el tabasqueño, (es decir flojo según nuestros brillantes políticos) escribió entre muchos poemas uno que nos habla del trabajo del campo, aquel que se hace por ejemplo en el sureste:

SEMBRADOR
El sembrador sembró la aurora;
su brazo abarcaba el mar.
En su mirada las montañas
podían entrar./
La tierra pautada de surcos
oía los granos caer.
De aquel ritmo sencillo y profundo
melódicamente los árboles pusieron su danza a mecer./
Sembrador silencioso:
el sol ha crecido por tus mágicas manos.
El campo ha escogido otro tono
y el cielo ha volado más alto./
Sembraba la tierra.
Su paso era bello: ni corto ni largo.
En sus ojos cabían los montes
y todo el paisaje en sus brazos.

Este lenguaje, ¿lo entienden los opositores, los conservadores, los reaccionarios? No, para ellos es más fácil decir que son flojos.

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4T, Censura, Golpismo, Oposición, Polarización

De Dresser a Krauze

«El que se acuesta con perros se levantará con pulgas»

Benjamín Franklin.

Que detengan las mañaneras porque se quieren bajar. La “intelectualidad” rapiñera nos salió agachona: Dresser tan acostumbrada a los micrófonos y al cobro de cachés de hasta 150 mil pesos por conferencia y Krauze –que no canta mal las rancheras- engolosinado durante el neoliberalismo con su cuota de ingentes recursos públicos para hablar y escribir lo que conviniera; ahora que pasaron a ser -la primera una pésima contorsionista (vamos, como si le exprimen un limón a una almeja) y el segundo un astuto misántropo a todo lo que huela a 4T o López Obrador- claman por censurar la voz del presidente.

Cualquiera supondría que lo mínimo que se puede esperar de aquellos que se consideran “intelectuales” y que creen que de ellos emana la “sabiduría” que debe regir el pensamiento social es que estuvieran de acuerdo -e incluso fomentaran- una absoluta libertad de expresión. Una vez más nos damos cuenta que no es así, que en el caso de estos dos personajes, famosos, conocidos, citados, con amplios espacios de expresión en medios de comunicación públicos y privados, no aplica. Es su voz o el silencio, se dicen a sí mismos que con sus logros y reconocimiento han conquistado el usufructo de la palabra. ¡Los demás a callar!

Es tan apabullante la realidad del cambio profundo del modelo económico y político-social de la 4T que los voceros y comentócratas de la reacción se presentan desnudos y sin credibilidad ante la sociedad mexicana. De ellos, que aún desde su concepción conservadora y de derecha, hubiéramos tenido alguna esperanza de decencia en su comportamiento ante la decisión mayoritaria de elegir a López Obrador como presidente; vimos como rápidamente se acomodaron en un discurso hostil lleno de intenciones retrógradas y de enredos y enjuagues que les retrotrajeran al mundo feliz en el que el presupuesto público caía como maná a sus bolsillos.

No sería ésta la primera vez que los conservadores nos imponen censura, en el 2011 durante el calderonato, más de 700 medios de comunicación encabezados por Televisa y Azteca firmaron un compromiso de no hablar de la violencia en México. Por supuesto no faltaron en esa ocasión las vacas sagradas que aún hoy nos quieren venir a dar cátedra de libertad de expresión: López Dóriga, Gómez Leiva, Marín, Maerker, Ferriz de Con, Loret, Beltrán del Río, Sarmiento etc. la lista es larga. Casualmente el tema a censurar fue la violencia mientras Calderón y García Luna hacían sus desmanes como jefes del narcotráfico. Hoy las cosas son diferentes, hay una sociedad activa que no se va a dejar y los medios privados languidecen en el escarnio público.

Estas dos cabezas -Dresser y Krauze- con ansias de censura, son nada más y nada menos que la cabeza de ratón de esos grupos de intelectuales abajo firmantes de múltiples desplegados que apoyen sus causas, a ellos les queda “como anillo al dedo” aquél apelativo que endilgó el filósofo español Gustavo Bueno (1924-2016) de referirse como “Los intelectuales: los nuevos impostores” a ese plural que unifica en el nombre común una condición colegiada como si todos pensaran la misma idea (misma que sale de manera obligada de una voz única, la del gurú Krauze o la de la bailarina y espía estadounidense Dresser). Es muy común que a la voz de estas dos figuras se pliegue el resto de los eruditos, firmantes, ilustrados y nunca bien ponderados miembros de la élite cultural que giran alrededor de las revistas Vuelta, Nexos y las cúpulas de la cultura oficialista en las instituciones públicas durante el periodo neoliberal; de ahí la amplia difusión de los dichos y opiniones de estos gerifaltes culturales.

La banalidad del bailongo catártico en que se exhibe Dresser y el mote que Carlos Fuentes le adjudicó a Krauze como «cucaracha ambiciosa» bien nos puede dar una pista de sus intereses y principios.

La intención de acallar la voz del presidente López Obrador sugiriendo prohibir sus conferencias de prensa diaria indica la fase terminal en que ha ingresado la “intelligentsia” con ínfulas en que se ha convertido la casta de ex becarios y vividores del presupuesto de Cultura. Asistimos, pues, a una descomposición fascinante, es un fenómeno histórico inédito de destrucción de la lógica y la ética social y de valores por quienes, en un amplio sentido, serían responsables de construirlos.

Dresser, le dijo a Carmen Aristegui: “Creo que una solución tendría que ser el fin de la mañanera. No niego que México tenía brechas preexistentes: sociales, culturales, de raza, de clase, pero en La Mañanera se atizan esos agravios y se crean enemigos a conveniencia”. Krauze por su parte escribió para el Washington Post que las «provocaciones»  (así le llama a  las conferencias diarias Mañaneras) del presidente  contra periodistas, escritores e intelectuales durante sus conferencias matutinas podrían motivar el asesinato de alguno de sus críticos… (sic)

Ambos son parte de ese grupo de los utópicos de la vuelta al pasado molestos porque se les responda a su discurso plagado de mentiras, a que se les presente información y datos duros de los hechos de gobierno, a que se desenmascare la corrupción con nombre y apellido, a que se cuestione la desinformación de las “noticias” de los grandes medios de comunicación privados (en que por cierto ambos participan). La sola petición de proponer prohibir las mañaneras es una muestra más de la histeria opositora ante sus reiterados fracasos electorales y ante el tren que ven venir en el Estado de México y después en el 2024.

Como un círculo vicioso, como una serpiente que se come a sí misma, esa trasnochada propuesta le da la razón al Presidente para explicar lo que representa la oposición en este país.

Afortunadamente la Constitución mexicana dice en su Artículo 6º: Es inviolable la libertad de expresión. Este derecho no estará sujeto a previa censura sino a responsabilidades posteriores y comprende la libertad de buscar y difundir información por cualquier medio. Y en el Artículo 7º: Es inviolable la libertad de difundir opiniones, información e ideas, a través de cualquier medio. ¿A poco no los conocen Dresser y Krauze, o sí y solo es parte de sus avances de golpismo suave?

A estas alturas ni aunque los medios de comunicación tradicionales se abran a la sociedad, dejen de mentir, e incluso se deshagan de las lacras que les representan, ni así, ni así, las mañaneras desaparecerán. Las Mañaneras llegaron para quedarse.

Cité al inicio a Benjamín Franklin, cierro con otra cita de él mismo: “Sólo necesitamos mirar a nuestro alrededor para ver que estamos de píe en medio de una montaña de escombros de aquellos pilares de las verdades más conocidas”

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México, Odio, Oposición, Polarización

Rabia

Desde entonces siempre ando por el mundo con esta caja de espadas, hiriéndome a mí mismo cuando no puedo herir a otros.

Marlowe

Los demonios andan sueltos. La oposición no soporta tener, cada día, menos influencia, se ven en la intrascendencia de las decisiones políticas, económicas y sociales porque ahora la mayoría de la sociedad es quien marca el camino. Y eso les enoja, les encoleriza, les da rabia. Tal vez ya prefieren enfurecerse –de una puta vez- en lugar de volverse locos poco a poco.

La 4T tiene una personalidad y trascendencia propias. El resultado de los cambios realizados en los últimos cuatro años es de tal magnitud que sacó a la luz a dos México que, pudiendo ser pluralidad, por obra de la miseria afectiva de los partidos políticos residuos del neoliberalismo, parecen estar permanentemente enfrentados.

Adam Przeworski es un conocido politólogo polaco especialista en temas de democracia. Me atrapa su claridad cuando explica que “los sistemas de gobierno representativo nacieron bajo el miedo a la participación de la masas populares (…]) de tal modo que no nos equivocaríamos mucho si pensáramos que el problema estratégico de los fundadores de las democracias liberales no fue sino cómo construir un gobierno representativo para los ricos y protegerlo frente a los pobres.

Así, la desventurada e incipiente democracia mexicana se ha instituido resistiendo -paso a paso, elección a elección- las trampas y fraudes del prianismo; y sin embargo, en la 4T nos hemos plegado a esa “democracia” que históricamente buscó impedir que las mayorías decidan el quehacer público. Los opositores son especialistas en blandir (después hablamos de los cuchillos) términos como libertad, justicia, democracia, etc. pero solo si se dan en las barbas del vecino porque cuando esa misma democracia les dice que son minoría, que ya no deciden, que ya no gobiernan sacan lo peor de ellos; sus demonios que les habitan y que hoy parecen escapárseles.

Esa rabia que se desliza desaforadamente en las palabras, gestos y gritos de los antagonistas a la 4T, que se expresa en las redes sociales desatando discursos de odio, intentando recuperar dogmas del pasado y dinamitando los precarios puentes de convivencia que se han sostenido a pesar de ellos; son los que en medio de un neolenguaje manipulador (aquel que dice una cosa por decir otra) han abierto una definitiva (creo yo) polarización. 

Porque ¿cuál es el costo de no canalizar la rabia con que la oposición se resiste a un nuevo modelo de Nación que busca resolver los grandes conflictos nacionales: principalmente la desigualdad y el clasismo? ¿Creen que alguien va  a olvidar o perdonar, cuando, sin la mínima empatía para compartir o entender la crudeza del testimonio de vidas en espacios de marginalización social (pobreza, criminalización, desempleo, racismo, machismo), lo máximo que se podría esperar de ellos, si acaso, es la indiferencia? Cada día que pasa, si por ellos fuera, se aleja esa posibilidad.

Hay una constante en los remanentes del neoliberalismo a la mexicana: la apología del fascismo, la conformidad con la desigualdad y  un clasismo descarnado, desentendido todo esto de cualquier terminología y pose académica. Su ataque golpista y la afrenta de odio representan un emplazamiento político cada vez más radical, cercano a lo subversivo y a la tragedia incendiaria. Porque en su propio juego democrático en el que no saben perder, les hemos ganado la partida y están dolidos, muy dolidos. Pero ojo, ningunearlos es muy grave, no son amenaza pequeña, son un peligro en potencia, tienen recursos, tienen medios y tienen cooptado a parte del poder judicial.

Aquellos que llaman al magnicidio, aquellos que le dicen cacas al presidente, aquellos que recomiendan colgar a los chairos en el zócalo, aquellos que aplauden el intento de degüello del Sr. Tabe (padre del alcalde panista en MH) a un funcionario público que le suspendió su ilegal negocio; aquel ex canciller que pedía parar al presidente por las buenas o por las malas; aquél doctor que sugirió aumentar las dosis de medicina de López Obrador para que muriera; esas mujeres en senado y cámara de diputados que se expresan y provocan vulgarmente; todos estos y más son los que representan y encabezan la rabia de esas élites que están dispuestas a inmolar a sus seguidores (porque ellos están bien resguardados y no dan la cara, solo avientan las piedras detrás de la barrera).

Los medios de comunicación que, a través de payasos que claman que el presidente es “pinche y pendejo”, juegan al retorno al pasado que les enriqueció; que a través de “columnistas” pendejean a los chairos que dicen les estorban, a los nacos que no piensan, a los morenacos, a los que son pobres por huevones, a los que no son “exquisitos” como dicta el canon del intelectual a lo Vargas Llosa; son punta de lanza en este embate social que estamos viviendo.

Están furiosos, perdieron Tamaulipas, la alcancía panista producto del narcotráfico; pierden las votaciones en las leyes que aseguraban no pasarían; la justicia -hasta donde se puede- les cerca; huyen del país; tiene que pagar los impuestos que evadían; ¡no lo pueden soportar! Es un drama que a algunos nos parece cómico a primera vista pero es de una profunda tragedia social; realmente se han exhibido en la putrefacción que intuíamos pero que ahora hacen visible.

Los opositores que no están de acuerdo en esta forma de actuar, es hora de que se deslinden, porque los están metiendo en un remolino que acabará por tragarlos. Estamos viviendo un tiempo de mercenarios que han desenfundado sus armas y las señales que han dado hasta hoy nos dicen que quieren sangre. De ese tamaño es su rabia.

En la 4T, tenemos que trabajar con algo así como un manual de urgencia para el tiempo presente. Hay que cuidar lo que se ha construido y a quienes están en la primera línea, particularmente al Presidente. Que los violentos no pasen.

*Adam Przeworski, Democracy and the Limits of Self-Government, Nueva York, Cambridge University Press, 2010, p. 162

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México, País, Polarización, Política

Polarización a la mexicana

“Hay una elite política y económica que paga a los medios de comunicación para que le describan la política que usted debe oír”

Polarización, palabra de moda que hoy se usa en México para acusar al Presidente López Obrador al hablar de ciertos asuntos. Palabra que parece existir a partir del triunfo de la 4T de hace 3 años.

Argumento falso, ingenuo, hipócrita, tan cínico que tiene su origen en los grupos conservadores opositores, porque… suena duro y solo requiere una palabra que la hace fácil de ser captada por su séquito, y es el tipo de argumentación que no necesita siquiera conjugarse en un párrafo, basta con decirla para que en el imaginario antagonista se infiera que es el agravio al “fifí” por parte del “chairo” mayor en la presidencia.

Es parte de la naturaleza que las identidades de cada persona busquen la identificación con grupos afines, las coincidencias en preferencias deportivas, musicales, en lugar de origen, en rango de edades o cualquier otra, provocan de manera casi instintiva la consonancia en comunidad. ¿Es polarización la que se da entre los que van con un equipo de futbol y los que van con otro? Obviamente no, es tan solo identificación por afecto, gusto, temporalidad o cualquier circunstancia así.

Entonces, si la polarización no se refiere a estas diferencias de la vida cotidiana, revisemos qué pasa con hechos que sí dividen de manera profunda a la sociedad en su conjunto:

Con datos acumulados de la ONU a través de su Informe Regional de Desarrollo Humano, al cierre del año 2019, la desigualdad económica en México se expresaba en que el 1% más rico de la población acaparó el 29% de todos los ingresos del país. Y abriendo ligeramente el abanico, el 10 % más rico concentra el 59% de los ingresos totales. Esto sí es polarización.

También al cierre de 2019, con datos de OXFAM y El Colegio de México, sabemos que en los 10 años previos, casi 3 millones de personas se sumaron a la pobreza en México, en gran medida por sus características étnico-raciales, esta investigación reveló que la lengua, el tono de piel y el origen étnico son factores que supeditan la desigualdad dentro de las familias y su órbita social y su presencia en medios de comunicación. Esto sí es polarización.

La medición de CONEVAL al cierre de 2020 dice que la población mexicana en pobreza representa el 43.9% y la de pobreza extrema el 8,5%. La población vulnerable por carencias sociales y por ingresos constituye más del 32%. En resumen, tan solo el 23.5% de los mexicanos no están en los rubros de pobres o vulnerables. Esto sí es polarización.

Las expresiones  clasistas como «prieto», «indio», «naco», «gato», “moreno”, “chairo” etc. con que se busca discriminar a las personas por su color de piel en un país como México en donde menos del 5% es de piel blanca; evidencian las actitudes diarias con que se normaliza el racismo en México. Esto sí es polarización.

Todas estas situaciones mencionadas arriba y que son hechos, datos duros, han provocado dos visiones de país, una de ellas minoritaria: conservadora, a favor del status quo anterior al gobierno lopezobradorista, racista, clasista, conforme con la enorme desigualdad y que se privilegia de los beneficios en manos de unos cuantos, pero sobre todo, con un profundo desamor al país. Y otra visión mayoritaria: que es la que encabeza el proyecto actual de gobierno que busca incidir en amortiguar la desigualdad y brindar oportunidades para todos independientemente de su raza, clase social, género y origen. Dice López Obrador: “Todos los seres humanos tienen derecho a vivir y ser felices.”

Hay una enorme diferencia entre estas dos visiones, son dos posturas ideológicas que se contraponen y que hacen parecer como polarización lo que es simplemente desigualdad.

Matemática y estadísticamente un modelo de polarización implica dos lados iguales que se oponen, así que tampoco en este tipo de medición el caso actual mexicano está polarizado, porque el apoyo del presidente López Obrador es mayoritario, todas las estadísticas serias le dan entre un 60 y un 70% de aprobación, las voces en su contra son mucho menores a las de quienes le defienden.

La diferencia es que aunque sean menos los opositores, son ruidosos, son intereses en medios de comunicación, líderes de opinión, grupos económicos, financieros y empresariales acostumbrados al saqueo de recursos via concesiones y evasión y exención fiscal, partidos políticos y abajo firmantes con muchos seguidores que vivieron por décadas del presupuesto y del chayote, son algunos que por muchos años se hicieron pasar como «progresistas» y que finalmente se decantaron por el canto del dinero y la corrupción. Ese ruido que hacen es el que hace parecer una división a partes iguales, el ruido que generan iguala la voz mayoritaria, y es por eso que a pesar de tanto ruido electoralmente se muestran en su medición real. Podemos escuchar gritos de lo que queda del  perredismo cuando en las últimas elecciones estuvo a punto de perder su registro al haber tenido una votación del 3%, ¡ah, pero cómo hacen ruido! Gritos y sombrerazos del PRI y PAN cuando su suma no es siquiera la que obtuvo MORENA, ¡ah, pero qué ruido hacen!

Estos ruidosos extremistas que no aceptan al otro, al que siempre vencieron y siempre robaron; son quienes colocan en los medios la idea que dice que el Presidente López Obrador polariza a la sociedad cuando los describe como catrines, fifís, conservadores, bloferos o wanabis. No, la desigualdad económica es la que marca dos posiciones, el gobierno y la mayoría del país está de un lado, y los conservadores beneficiados por la corrupción del otro. La desigualdad no es de hoy, es histórica, pero estos antagonistas nunca la quisieron ver y para seguirla negando le llaman «polarización», y  esta es la historia.

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