Justicia, México, Moral pública, Poder, Traición

La justicia y su abuela la desalmada.

«No sospecho de nadie, pero desconfío de todos» Cantinflas.

El poder judicial mexicano está prostituido, cualquiera que tenga recursos suficientes para pagar las gratificaciones de jueces, magistrados y ministros puede resolver con prontitud –y en su beneficio- sus asuntos. La debacle neoliberal arrastró a uno de los poderes mexicanos al estercolero en que se encuentra; ya es muy tarde para corregirlo, es momento de reconstruirlo. Para eso se propuso el Plan C, para eso se ganó el Plan C, para eso los votos del 2 de junio.

Un México de justicia sólo puede construirse con más democracia, no con menos. Con instituciones al servicio de la sociedad y no de unos cuántos. Con ética en la función pública que le corresponde tutelar y no con absurdos legalismos que solo benefician a quienes la pueden pagar. El sistema de justicia en México debe cambiar, por necesidad histórica y por sobrevivencia del entramado social; el escenario actual tiene dos vías de futuro: una implosión (que no fue) que le obligara a renovarse y modificar su paradigma actual o la renovación por la vía democrática. La reforma de justicia hará lo segundo.

Se puede obviar, por conocida, hablar de la corrupción del poder judicial, no solo de los casos grandes y sonados sino los de la cotidianidad que afecta la vida de todos los ciudadanos. ¿Sí?

¿Se puede obviar a los jueces y magistrados que una vez que condenan en Estados Unidos a García Luna, aquí en México le devuelven las cuentas bancarias a su esposa? ¿Se puede obviar la actuación de jueces que defienden a las empresas extranjeras que saquean los recursos del país? ¿Se puede obviar a magistrados y ministros que defienden a delincuentes fiscales que adeudan decenas de millones de pesos a la Hacienda pública? ¿Se nos puede olvidar la exoneración de grandes capos narcotraficantes y políticos corruptos?

La respuesta a lo anterior es no, no porque precisamente esa forma de operar ha impactado en el desarrollo del país. Hoy, cualquiera que tenga para pagarlo, puede comprar la resolución de un juez, de un magistrado o un ministro. Es obvio decirlo porque es conocido pero es necesario decirlo para recordar el momento en el que estamos.

Se les dijo reiteradamente: las cosas no están bien, la justicia no puede estar al servicio del que puede pagar por un resultado a su modo; los capos, mafiosos, criminales, narcotraficantes, corruptos, pederastas y demás no pueden ser sujetos del contubernio con jueces y ministros; el amparo no debe servir como medida legaloide para evitar y retrasar obligaciones fiscales…

Y si no fuera suficiente, Norma Piña, la presidenta de la Corte decidió jugar a la política electoral – bajo la vista de los partidos y las élites opositoras que se lo permitieron-, tan solo por esa impúdica participación en aquella cena reunión de diciembre pasado (previo al proceso electoral) debió haber renunciado, la ofensa a su posición de Estado es tal que, a los primeros minutos de haberse ventilado ese cónclave a que convocó con Alejandro Moreno (Alito) y varios miembros del Tribunal Electoral debió haber renunciado a su cargo. Su sola presencia en aquella reunión explica, a manera de resumen, la descomposición de la justicia.

Lo aquí dicho nos habla muy someramente de la putrefacción del poder judicial, ese de los abogados panistas, ese de Fernández de Cevallos, ese de los despachos de abogados en componenda con jueces y ministros, ese que libera delincuentes porque le faltó una coma al expediente, ese acostumbrado a vender uno de los valores más importantes de cualquier sociedad: la justicia.

Y hay también toda una parte técnica, esa que dice que los jueces deben ser electos entre ciudadanos con perfiles idóneos, los abogados deben ser colegiados, las acciones de inconstitucionalidad deben darse por temas de fondo y no de forma. Las tareas de un nuevo modelo de justicia son muchas, y los que hoy están a cargo demostraron que no pudieron o no quisieron hacerlas o no tienen la dignidad necesaria. El Poder Judicial es el único que, a diferencia del Ejecutivo y el Legislativo, no se elige de manera democrática, los ministros de la Corte son propuestos por el Presidente.

La reforma judicial que se propone quiere modificar el status quo y va por más democracia; la iniciativa plantea que vayan a elección los cargos de ministros de la Suprema Corte, consejeros del Consejo de la Judicatura Federal (CJF), magistrados del Tribunal Electoral federal, magistrados de circuito y jueces de distrito, unos 1.600 cargos judiciales irían a las urnas en elecciones a los que podrán postularse en junio de 2025 miles de abogados.

Se propone crear un órgano de administración judicial y un Tribunal de Disciplina Judicial con facultades para sancionar a todos los miembros de la judicatura, incluidos los ministros. Con facultades para investigar y sancionar a jueces por corrupción, tráfico de influencias, nepotismo, complicidad o encubrimiento de presuntos delincuentes, o cuando sus sentencias no se ajusten a principios de objetividad, imparcialidad, independencia, profesionalismo o excelencia.

Esta reforma busca además la austeridad en un Poder acostumbrado a servirse con la cuchara grande, hay que recordar que, violando la Constitución (de la que, se supone, son garantes) que dice: “Ningún servidor público podrá recibir remuneración, por el desempeño de su función, empleo, cargo o comisión, mayor a la establecida para el presidente de la República en el presupuesto correspondiente”. (Art. 127), la actual Corte representa uno de los Tribunales más costosos del mundo, los salarios de los ministros de la Corte no solo son superiores a los del Presidente sino que son superiores a los que ganan puestos similares en países como Reino Unido, Estados Unidos, Brasil, Chile y  España entre muchísimos otros.

Pero hay una ministra -de la que ya hablé antes https://sinlineamx.com/la-ministra-sentada/  porque a esta ralea se le huele desde lejos, se le adivina desde el primer momento- que hoy dice que mejor dialogar, que para qué cambiar, que así estamos bien, que le dejen sus fideicomisos y pensiones vitalicias, que les dejen seguir delinquiendo al amparo de la ley.

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Intelectuales, México, Poder, Polarización, Política

La aristocracia del bufón

“Un intelectual que no comprende lo que pasa en su tiempo y en su país es una contradicción andante.” (Rodolfo Walsh)

Enrique Krauze y Héctor Aguilar Camín son los gurúes de la cultura mexicana contemporánea, vamos, no es cosa de risa porque que así se presentan ellos; los dos como cabeza de sendos grupos de “intelectuales” de -por cierto- muy mala memoria. Acostumbrados a servir al poder, a hacer caravanas y hacer reír al gobernante en turno, cambiaron la honestidad intelectual por el enriquecimiento propio de ellos y de sus negocios editoriales.

Durante los sexenios de Vicente Fox, Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto las revistas, folletos y otras publicaciones editoriales de Krauze y Aguilar Camín recibieron más de 530 millones de pesos del gobierno. Existen documentos probatorios que Aguilar Camín recibió cheques del gobierno del ex presidente Carlos Salinas  a cargo de la partida secreta de presidencia. Existe también la evidencia de que tanto a las revistas Nexos de Aguilar Camín y Letras Libres de Krauze, se les “compraban” decenas de miles de ejemplares mensualmente, mismas que ni siquiera tuvieron que imprimirse porque todo fue parte de la farsa “intelectual” del neoliberalismo a cargo de estos dos bufones del poder.

Durante la Edad Media, los bufones cumplían un importante papel  frente a la realeza, por una parte tenían el privilegio de ironizar sobre las autoridades y el mismísimo rey, lo que les permitía convertirse en la correa transmisora de los dichos del pueblo. Los bufones modernos, como estos vetustos y misóginos intelectuales mexicanos en cambio, utilizan la provocación y el escándalo para hacerse oír y ver por el poder, pero esconden lo esencial, su condición de prestanombres al servicio de los grandes grupos corporativos que les patrocinan. Ya no es el poder público, ahora son los grupos fácticos quienes les contratan y quienes les marcan la agenda que ellos traducirán en “exquisito” arte y palabrería.

Esa intelectualidad que no lo fue (si nos apegamos al significado de la palabra) y en cambio sí puerta abierta para el saqueo de recursos públicos, ni se acota a esos sexenios ni se agota en la compra de publicaciones,  alcanza también la distribución de puestos públicos relacionados con las áreas culturales y diplomáticas de todo el gobierno federal, entidades educativas, universidades y gobiernos estatales.

Así que pues ¿por qué pensamos que pudieran estar a favor de la Cuarta Transformación que les secó los recursos a que se habían acostumbrado? Ellos dos y todos aquellos -sus intelectuales orgánicos- que fueron cooptados con recursos, becas, publicaciones y privilegios, son la camarilla ruidosa que, abusando de su voz en medios públicos y privados, se presenta como los antagonistas a las ideas y nuevas formas de hacer y pensar en la política. Son ese grupo de 250 que recientemente firmaron un desplegado diciendo –en realidad amenazándose-  que votarán por la señora de los chicles y las gelatinas.

¡Touché!, nunca un desplegado tan claramente identificado entre los representados y quien les gustaría les represente. No es un tema de cultura o intelectualidad es un tema de negocios al amparo del poder.

A la derecha y el resto de conservadores mexicanos (es decir que incluyo tanto a la ultraderecha cercana al fascismo como a los progres buena ondita de la “izquierda” que se viste de rosa y votará por Xóchitl Gálvez); hay que recordarles –ahora que les gusta tanto hablar de polarización- que fue Krauze y su “Mesías tropical” y el haber sembrado, por esa intelectualidad que les representa, la idea del “peligro para México” lo que confrontó culturalmente los dos modelos del actuar político en que vivimos. Aclaro que digo y subrayo “culturalmente” porque la única polarización real y contundente es la de la desigualdad y la pobreza.

Despidamos pues a la aristocracia intelectual -a los más famosos escritores y publicistas de los sexenios pasados- del impresentable régimen corrupto que permitió que la educación, libros de texto, escuelas y proyectos culturales estuvieran cooptado en pocas manos y con un único sentido mercantil; solo así se explica el servilismo que tuvieron durante el neoliberalismo y el encono que tienen frente a un modelo que intenta cambiar todo aquello que se hizo mal.

Ellos, ese grupo encabezado por la bufonería, es el responsable de intelectualizar o más bien culturizar a la manera televisa y azteca. No hay sorpresas de su enojo, su ataque es despiadado y les durará no solo una semana más, porque aunque a partir del 2 de junio abrirán los ojos para darse cuenta que tendrán 6 años más de sequía en sus bolsillos, aún tienen mecenas suficientes para seguir fastidiando a cualquier gobierno y cualquier proyecto que no les pague. No sé si lo suficiente para mantener bajo control y seguir manipulando  al resto de abajo firmantes de su círculo cerrado de la élite intelectual, pero sí para seguir haciendo ruido.

¿Qué querían esos intelectuales, además de dinero y poder? Establecer ese modelo que tantos frutos dio a los gobiernos en turno: evitar la crítica social. Ante la reiterada aceptación y explicación de los sucesos políticos y sociales por parte de estos jerarcas culturales, si ellos decían que todo estaba bien y justificaban con sus elevadas teorías cualquier acto de gobierno provocaban que los medios –al unísono-  asintieran y siguieran con el discurso a favor del régimen en turno.

Mientras tanto, para ellos nosotros somos idiotas, no alcanzamos su nivel de suma inteligencia, así se expresan, así lo dicen; somos ese naco no solo social y económico sino también cultural; le atinan únicamente en que solo ellos disfrutaron de los privilegios que les proveyó la cercanía y sumisión al poder.

Desde un punto de vista ideológico, parece ser una novedad histórica definir al adversario dialéctico como “idiota” en vez de abordar sus ideas. Desde un punto de vista histórico no; ya es tradición: (des)calificar al otro para perpetuar su opresión. Estas ideas responsabilizan a los oprimidos de su opresión y al mismo tiempo niegan la existencia de ésta. Legitiman un orden heredado de un pasado (del que no quieren que se hable) en nombre del futuro progreso (que ellos ofrecen y ahora sí cumplirán). Adiós bufones, adiós aristocracia cultural, no doblegaron al gobierno de López Obrador, menos lo harán con el de Claudia Sheinbaum. Ustedes tan Derbéz, nosotros tan Bradbury.

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4T, Futuro, Mayorías, Oposición, Poder

La necesaria mayoría.

Cruzazulear: Acción de perder un partido luego de tener la victoria prácticamente asegurada.

¿Vamos a dejar que destruyan lo construido en este sexenio? El punto de partida es entender que cualquier espacio de poder que recuperen será para revertir los avances sociales, políticos y económicos logrados. ¿Vamos a aceptar una vuelta al pasado? La regla fundamental para quienes participamos de la 4T es no tener duda que la amoralidad opositora está presta a asaltar el cambio transformador de este primer gobierno anti-neoliberal.

Una de las tareas urgentes por parte del movimiento 4T que considero es de las que debemos empezar, desde ya, a hablar: La necesidad de construir las máximas mayorías en el legislativo.

Aún no es tiempo de pensar en las elecciones del 2024, ¿o sí? Hay formas y procedimientos para elegir candidatos, eso pasará en su momento y ese será un primer momento de inflexión. El partido dirá el cómo, las encuestas dirán el quién, los ciudadanos que participamos de la 4T auparemos en concurrencia, por necesidad casi existencial del proyecto 4T, a ese quien. Porque si no…

Y una vez que ratifiquemos en el cargo presidencial a una de las nuestras o nuestros, ¿qué, que se las arregle como pueda?

Ya hemos hablado mucho, yo por lo menos, de la bajeza y estulticia opositora representada en PAN, PRI y prd, de lo enfermizo de su representación pública, de los valores que dicen defender y que no son otra cosa que la defensa de sus privilegios mal habidos, de su clasismo, de la cleptocracia mostrada en las décadas anteriores al sexenio actual, de la cooptación que mantienen de algunas áreas en el poder judicial y organismos “autónomos”. Hablemos ahora de lo que sigue porque como bien decía Monterroso: “Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí” No creamos que porque las encuestas nos traen por las nubes nos podemos quedar sentados de brazos.

En este primer gobierno de transformación la figura más importante del movimiento es el que hoy es presidente: Andrés Manuel López Obrador. No hay racimos de figuras que causen tal emoción, popularidad y seguimiento a sus ideas; vamos, a lo largo de la historia se cuentan con los dedos de la mano las personalidades de ese tipo; esos líderes natos con una clarísima idea del destino nacional se dan a cuenta gotas; quien le siga en el cargo no necesariamente tendrá las mismas cualidades, sin duda tendrá otras pero dudo que aquellas que permean con una simple palabra o un gesto una idea trascendental.

A esa otra u otro que le siga debemos acompañarlo con la herramienta más poderosa del poder en México, los votos (¿o por qué creemos que los opositores quieren tener a sus títeres a cargo del INE?): necesitamos la mayoría en el  legislativo federal y en los  locales. Para eso son los votos, para incidir mandando sobre quien queremos que nos represente.

Si las cámaras son la representación popular entonces que lo sean, que se llenen de representantes verdaderamente populares y que estén dispuestos a “romperse la madre” por sacar adelante los cambios que aún faltan. Ya sabemos cómo funciona esto, minorías con poder tienen la facultad de detener el proceso constitucional que se requiere, así la reforma eléctrica, así la reforma electoral, así cualquier cosa. Necesitamos tener mayoría calificada en las cámaras para avanzar en el proyecto transformador. Se dice fácil pero no lo es porque la suma de intereses en contra del cambio intentará frenarlo una y otra vez.

Desde que el PRI perdió la mayoría en el congreso allá en 1997, los presidentes forman mayorías por acercamientos ideológicos, de negocios o de delincuencia.

Así las reformas que se hicieron en el periodo neoliberal, por ejemplo las peñanietistas mejor conocidas como la venta del país, se lograron una vez que el PRI y PAN, ellos sí unidos ideológicamente, compraron al PRD para tener la suma necesaria.

La reforma al Poder Judicial con la que Zedillo sacó a todos los ministros de la Corte, la logró con la suma de votos y su mayoría en el Senado.

Desde 1917 a la fecha la Constitución ha tenido más de 707 reformas, 213 previo al periodo neoliberal y el resto en pleno neoliberalismo (dato importante para los palurdos que dicen, es que AMLO quiere cambiar la constitución); por ejemplo, con Carlos Salinas hubo 55 cambios a la Constitución, (no recuerdo las lágrimas de los hoy opositores por cierto, no recuerdo que le acusaran de dictador…), Ernesto Zedillo 77, Vicente Fox 31 cambios, Felipe Calderón 110 reformas, y Peña Nieto 155 cambios (lo que se conoce el vergonzoso periodo del Pacto por México) entre PRI, PAN y prd.

Las reformas constitucionales requeridas y que no han podido realizarse y que acaban siendo meras reformas en leyes secundarias (y que a veces tampoco logramos mayorías para pasarlas) son ocasionadas por esa falta de número en los votos en la cámara de diputados y senadores.

Y no solo eso porque además México es un sistema federal que requiere la aprobación de la mitad de las legislaturas para las reformas constitucionales y, por lo tanto, cuenta con posibles puntos de veto adicionales, de ahí que también es importantísimo pensar en los congresos y gobiernos estatales.

La cantidad de reformas realizadas en el periodo neoliberal, obviamente, por si alguien lo dudaba, al ser promulgadas por gobiernos contrarios ideológicamente al proyecto de país que surgió de la Revolución Mexicana y que dio origen al texto constitucional de 1917, mismo que contenía un claro énfasis en la justicia social, afectaron en perjuicio del país, aspectos torales como el de la educación, la tenencia de la tierra, los recursos del subsuelo –petróleo, minas-, las condiciones de trabajo, los derechos humanos, los derechos de los pueblos indígenas, el Poder Judicial, entre otros muchos porque le metieron mano a todo lo que pudieron.

La única forma de revertir esas políticas que hoy son obligadas por las leyes que se hicieron en su beneficio y que claramente agreden a la sociedad mexicana y benefician a las élites económicas y políticas del conservadurismo, es a través de cambios que solo con mayorías se pueden lograr.

Pensar, como muchos ingenuos lo podrían hacer, que hay que dividir el voto, uno a este y uno a este otro es más de lo mismo, es hacerle una cuesta arriba a un próximo gobierno que estará, como éste lo está, rodeado por hienas y con caballos de Troya insertados.

La Independencia tuvo su documento de Morelos “Sentimientos de la Nación”; la Reforma, su Constitución de 1857, y la Revolución, su Constitución de 1917. La “cuarta transformación” tiene que dejar su huella en las leyes, concretamente en la ley de leyes, la Constitución.

Seamos prácticos, la 4T es y será, solo si la dejamos bien planteada y sembrada en la Constitución.

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4T, México, Partidos políticos, Péndulo político, Poder

El tamaño sí importa

«O se acaba ya con los comportamientos mafiosos del PRIAN o éstos acabarán con el país»

Las 6 gubernaturas en juego electoral mañana, no harán otra cosa que  confirmar el crecimiento del proyecto 4T y la minimización de PRI y PAN. Estamos ante la cercana desaparición del PRI y el ajuste a la baja del conservadurismo, este año no perderán más estados porque no hay más elecciones.

En las elecciones del 2018, la composición política del país cambió de manera radical, más allá del cambio en el poder ejecutivo que trajo a López Obrador a la presidencia, los gobernadores de los estados pasaron de:

2012: 18 PRI, 7 PAN, 5 PRD  

2018: 12 PRI, 12 PAN, 5 MORENA, 1 PRD

2021:4 PRI, 8 PAN, 17 MORENA.

Cuando se antepone el interés privado a los intereses públicos; y la ambición privada, la avaricia y la fascinación de ejercer el poder determinan la política, el interés público necesariamente pierde. Esto es lo que explica el radical cambio electoral en tan pocos años porque hoy existe una ciudadanía mucho más politizada y atenta a los cambios que suceden en su beneficio que no está ya dispuesta a perder.

Ningún gobierno neoliberal tuvo el ingenio para ver que el presidente tenía  una tarea mayor que la búsqueda de lo “mío”, los ciudadanos se (nos) habían acostumbrado a que las cosas eran como eran, a que no se saldría de la postración, a que los hijos de los pobres seguirían siendo pobres porque así era, porque se normalizó la desigualdad y la inseguridad, porque ningún medio de comunicación decía la verdad, porque se sistematizó la sinergia entre corrupción y políticos.

Así como en el territorio, el poder tiene un tamaño, el beneficio de las mayorías va por la vía de acrecentar ese tamaño. Mientras siga habiendo estados en manos del PRI y del PAN, estos seguirán sirviendo como caja chica de los partidos y sus dirigentes; la historia lo confirma: en la cárcel están o estuvieron Mario Villanueva (PRI), Javier Duarte (PRI), Tomás Yarrington (PRI), Roberto Sandoval (PRI), César Duarte (PRI), Jorge Torres López (PRI), Andrés Granier (PRI), Jesús Reyna (PRI), Guillermo Padrés (PAN), Jaime Rodríguez “El Bronco” (PRI-Independiente); y eso que muchos otros gobernadores -aficionados al uso de los recursos públicos en beneficio propio, de sus familias, de sus amigos y de sus partidos – han librado la suerte de que se les persiga.

Cada paliza que la ciudadanía le propina al PRI y al PAN en las urnas, es un golpe al crimen organizado, es un rompimiento de la estructura de la narcopolítica. Así como el gobierno del capo Felipe Calderón se alió al narcotráfico de manera directa poniendo a su secretario de seguridad García Luna al frente de la administración del tráfico de estupefacientes a cargo de distintos cárteles, así los gobernadores de PRI y PAN en sus estados han servido para acompañar a las mafias de todo tipo.

Una de las elecciones de mañana es la del estado de Tamaulipas que hoy gobierna el panista  Sr. Cabeza de Vaca, ese estado penetrado hasta el tuétano por el narcotráfico en el que éste gobernador por el PAN y sus 4 previos gobernadores por el PRI: Cavazos Lerma, Tomás Yarrington, Eugenio Hernández y Edigio Torre Cantú; han sido acusados en México y Estados Unidos de delitos relacionados a narcotráfico y lavado de dinero. Cualquiera que apueste que Cabeza de Vaca se fugará del país en cuanto acabe su sexenio, o antes si puede, ganará.

Aunque los medios tradicionales de comunicación no dicen la verdad sobre las campañas en Quintana Roo, Oaxaca, Tamaulipas, Durango, Aguascalientes e Hidalgo y la expectativa de sus resultados, las encuestas serias coinciden en que el domingo será una debacle para los opositores a la 4T. Es papel de los ciudadanos de esos estados salir a votar y cuidar los intentos que, seguramente, habrá por reventar las elecciones.

Estamos ante las patadas de ahogado de los partidos PRI, PAN, PRD y MC que se toparán en unas cuantas horas con el resultado de su descomposición; su historia les condena, sus candidatos propuestos les exhiben, las dirigencias de sus partidos les reprueban. Aquellos que creyeron que votar en contra de la reforma eléctrica, aquellos que le apostaron a dar el litio a manos privadas, aquellos que se han opuesto a las pensiones, a la construcción de hospitales, aeropuerto, refinería, carreteras y tren, tragarán una amarga medicina en pocas horas.

Después de estas elecciones, MORENA se convertirá en el partido con más gobiernos en los estados desde el año 2000 y preparado para disputar el siguiente año los dos que le resten al PRI: el Estado de México y Coahuila; el PAN mantendrá un pequeño grupo de estados que se cuelgan del conservadurismo aspiracionista característico de la derecha.

Y a partir de esto, la elección mayor: el 2024 en donde se refrendará la 4T como proyecto nacional enfrentándose a una oposición envuelta en un pasticcio sin ideología alguna que buscará mantener o recuperar privilegios y acceso al presupuesto público, porque para la oposición el único interés en gobernar se escribe con $.

Ese Leviatán que para México representa las élites económicas, políticas, intelectuales y delincuenciales se toparon con la horma de su zapato; jamás pensaron que ese pueblo al que excluyeron sería el que los excluiría de las decisiones del poder político.

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