El trabajo mata al asno, pero no mata al amo (refrán popular).
No, no se trata de hablar de cine, la película “El salario del miedo” de 1953 del director Clouzot en la que actúa Yves Montand y Charles Vanel, que da nombre al título de esta columna no es de lo que trataré aquí, aunque ese tono existencial que tiene la cinta sobre la vida en riesgo por llevar a cuestas un cargamento de nitroglicerina sería una, extrema eso sí, metáfora de lo que sí comentaré.
En los últimos días hay una discusión en los medios acerca del incremento anual a los salarios mínimos, hoy ya sabemos que este es del 15% para el 2021, en estos dimes y diretes participa la inefable COPARMEX que dice representar a grupos de empresarios; por otra parte los sindicatos y el gobierno a través de la secretaría del trabajo. Sin novedad, la Coparmex en contra, los demás a favor.
Esta Coparmex, surgida después de la Revolución ya en los años veinte del siglo pasado, para agrupar a los grandes empresarios “viudos” que dejó el porfiriato y que dice ser una especie de sindicato de empresas de libre afiliación, hoy convertida en la proveedora de candidatos a cargos públicos para el PAN y cualquier otra opción conservadora que se deje influir, y de la que su mismo líder (hasta hace unos días) De Hoyos se ha propuesto para ser candidato presidencial, nos viene con el petate del muerto de que el incremento del 15% es excesivo y que creará desempleo.
En el mundo el salario mínimo se estableció desde finales del siglo diecinueve, primero en Australia y Nueva Zelanda, a principio del siglo veinte en Inglaterra, y después de la Primera Guerra mundial y que se crea la OIT (Organización internacional del trabajo) se extiende de diferentes formas al resto del mundo hasta que entre 1928 y 1930 entra en vigor entre todos los países miembros de la OIT.
En México, el salario mínimo se estableció en el artículo 123 de la constitución de 1917, artículo en el que por cierto participó de manera importante Alfonso Cravioto tanto en su génesis como en su redacción.
Dice el 123 que “los salarios mínimos generales deberán ser suficientes para satisfacer las necesidades normales de un jefe de familia, en el orden material, social y cultural, y para proveer a la educación obligatoria de los hijos”. Eso dice.
Después de 100 años de tener el salario mínimo establecido en la constitución como el ingreso mínimo para satisfacer las necesidades de una familia el resultado en México es:
-El menor salario de todos los países de la OCDE, siete veces menos que el promedio del resto de los países y casi 11 veces menos que el que más recibe. Casi la tercera parte que en Chile que es el otro país de Latinoamérica en la OCDE.
-En 2018 el salario mínimo de México comparado con el resto de Latinoamérica era el más bajo de todos los países, más bajo que en Haití, Guatemala, El salvador, Honduras y República Dominicana, entre muchos más.
-En el 2019, primer año de gobierno de López Obrador, se incrementó un 16%, el segundo año un 20% y en este tercer año un 15% (17 pesotes más al día) iniciando así un proceso de recuperación frente al deterioro acumulado de los últimos 30 años.
Y la Coparmex no lo puede soportar, dice que es populismo. En la escala mundial los salarios de México son paupérrimos, miserables y vergonzosos, a todas luces insuficientes, pero los conservadores de siempre dicen que el incremento del 15% es una locura del presidente, que no sabe lo que hace y que el país va a quebrar. Eso dicen.
Somos país vecino de Estados Unidos y el primero en el mutuo intercambio comercial habiendo ya desplazado a China y Canadá; miembro del tratado de libre comercio con Canadá y Estados Unidos; la segunda economía de América Latina y la 15ª del mundo, pero… tenemos el peor salario mínimo de Latinoamérica. ¿Hace sentido?
México es un país de grandes contrastes y desigualdades. La fragilidad en la población trabajadora está ligada a la ejecución de políticas económicas que durante sexenios se han basado en la diferenciación económica y social, beneficiando a muy pocos y que ha traído como consecuencia un aumento progresivo en el nivel de pobreza de la población. Sí, en México cada vez hay más pobres.
En los últimos 30 años, las familias más pobres de México que reciben salario mínimo por su trabajo, han dejado de consumir el 75% de la leche que consumían, el 88% de tortillas, el 74% de huevo, el 87% de pan y el 72% de frijol (fuente: UNAM, reporte de economía) Esto es lo que debería ser un escándalo para la Coparmex y no los diecisiete pesos que este gobierno incrementará en el salario mínimo a partir del siguiente año.
Estos de la coparmex y demás conservadores, panistas y priistas que ya gobernaron, no es que sean fascistas, solo parecen. Qué bueno que solo se representan ya a sí mismos, porque hay muchos otros empresarios serios, decentes, que pagan impuestos y salarios justos.
Los aumentos de salario deben ser sostenidos y superiores a la inflación cada vez para recuperar el sentido del 123, de lo contrario aplica lo que decía Seligman: “Un aumento de sueldo es como un Martini: sube el ánimo, pero sólo por un rato”