A chillidos de marrano, oídos de matancero.
La frase tan común en la cultura política de Estados Unidos se le atribuye a James Carville, asesor y estratega de Bill Clinton en las elecciones de 1992. Pasó de ser un recordatorio interno del partido demócrata acerca de uno de los temas en que debían enfocarse en la disputa por la presidencia con George Bush a una frase multiusos. De ahí en adelante se ha usado de mucha formas para destacar el elemento esencial a perseguir en diversas situaciones: ¡es la ecología!, ¡son las mujeres!, ¡es el sistema de salud!, ¡son los votantes!, ¡es la seguridad! etc. acompañada en todos los casos del adjetivo ¡est…= necio!.
El sentido original de Carville es para referirse a que había que enfocarse en las necesidades inmediatas y reales de los ciudadanos en aquél momento en Estados Unidos: la economía.
Después de dos años de gobierno del presidente López Obrador todas las encuestas, las amigas y enemigas, las imparciales, las copeteadas, las truqueadas, las verificadas, la suya propia y las de los demás. Todas dicen lo mismo: el presidente tiene un apoyo mayor al que tenía cuando ganó la presidencia, de aquél 53% de los que votaron hoy ronda los 60 puntos en población abierta. Y ante estos datos los opositores al gobierno no alcanzan a entender como en medio de la grave situación “económica”, de la crisis de salud ocasionada por la pandemia y de medidas que abruptamente se han tomado y que han desinstitucionalizado la práctica política y de gobierno a que estábamos acostumbrados, el presidente mantiene a la alza esos niveles de aprobación.
Habría que dar un giro copernicano y salirse de lo que se creía y que en textos y academia se considera un buen gobierno y una buena economía, solo así se podrá entender el fenómeno actual de la gestión de gobierno en la 4T.
El presidente no ha hecho sino trabajar en lo que ofreció, ofreció trabajar en beneficio de los pobres, hasta slogan hay: “por el bien de todos, primero los pobres”. Parece que se olvida ese leitmotiv que asume como mandato de las urnas.
Se podrá o no estar de acuerdo pero no hay engaño, su visión y gestión económica solo se puede entender si se piensa alrededor de esa premisa, si sí se hace se puede entender entonces que: la eliminación de gastos excesivos y suntuarios, la austeridad en el gasto público, la eliminación de inmensas prerrogativas fiscales a empresas y cuates, el combate al outsourcing que no paga prestaciones sociales, el frontal ataque a las empresas “factureras”, la distribución directa de beneficios económicos a la población más vulnerable (adultos mayores, jóvenes, madres solteras, discapacitados, desempleados) a través de transferencias directas, el aumento al salario mínimo en una proporción que establece una muy importante mejoría real respecto a la inflación, el apoyo a campesinos y sembradores, la reactivación de precios garantía en el campo y la pesca, las obras de infraestructura en las zonas más pobres del país (sur y sureste principalmente); representan el parámetro con el que gran parte de la población evalúa al presidente. No solo, aunque sí de manera importante, por los beneficiados directamente sino por quienes saben que cualquier otro gobierno no habría puesto a su alcance la posibilidad siquiera de tener una mejor situación.
Aparte de la economía, otros elementos de la gestión del gobierno abundan en la percepción de la mayoría para mantener el apoyo al presidente: combate a corrupción, creación de la guardia nacional, políticas sociales elevadas a rango constitucional y demás, pero, sin lugar a dudas los temas de economía local, en beneficio del ciudadano real son la flecha atinada para que el presidente cuente con tal apoyo.
Decía el filósofo escocés David Hume: “La naturaleza mantendrá siempre sus derechos y, finalmente, prevalecerá sobre cualquier razonamiento abstracto”
La teoría y las abstracciones intelectuales no sirven para explicar al México de hoy, la afectación positiva real en la microeconomía de muchas familias es lo que prevalece.
Quienes piensan que los indicadores como PIB y crecimiento son los que definen si la percepción de la economía va bien o no están equivocados y esa forma de pensar les mantiene y mantendrá en su estupefacción de no atinar a saber porqué crece la aprobación de AMLO. La conformidad con el trabajo de este gobierno es porque o bien se es beneficiado de las políticas mayoritarias de distribución del ingreso o bien porque se entiende que es lo mejor que se puede tener en la circunstancia actual y con el país que se heredó, pero por sobre todas las cosas porque se percibe que en un gobierno de cualquier otro partido la dinámica del beneficio para pocos se mantendría como forma natural aplaudida por revistas, instituciones y think tanks de línea neoliberal y conservadora, y que la mayoría de medios de comunicación y locutores de noticias y analistas de la tradición prianista alabaría de manera abyecta.
No es la afectación al bolsillo de las élites económicas, ni siquiera al de las clases medias derivadas de la crisis económica lo que define si se aprueba o no al presidente, mucho menos la calificación de las agencias internacionales; es el beneficio en el bolsillo de los más pobres -y que es la mayoría del país- el que lo hace, por los beneficiados y por quienes entienden que es el camino ofrecido desde campaña y conveniente para el conjunto de todos, de qué se sorprenden sus opositores si él mismo lo dijo: por el bien de todos…