«No hace falta un hombre del tiempo para saber en qué dirección sopla el viento»
Bob Dylan
La constante en los gobiernos mexicanos de los seis sexenios previos al actual es su naturaleza, no sé si llamarla frívola o insustancial, en que lo que cambia –de manos- es el poder político, mas no la esencia superficial de las ideas y forma de gobernar. Hay una degeneración de la práctica de gobierno que se mantiene en el tiempo más allá de si la edad cronológica de los gobernantes es una u otra. ¡No es la edad!, es la concepción que tienen de la vida, del país y la sensibilidad y conciencia social con que han sido formados, lo que nos explica la desvinculación entre ideas modernas y viejas contrastadas con funcionarios jóvenes y viejos.
Hay una corriente de opinión que usa el argumento de la edad de los funcionarios públicos como correlacionada a las políticas y proyectos a su cargo. Estas opiniones caen en la simpleza de establecer una simple línea recta que les dice juventud → modernidad. Ideas viejas vs ideas nuevas como si estuvieran ligadas a la edad cronológica de quienes las plantean y aplican.
La experiencia mexicana nos enseña que es un argumento falso que no es sustentado por la más mínima lógica siquiera.
Las ideas viejas y del pasado pueden ser establecidas por funcionarios y gobernantes de cualquier edad y viceversa respecto a doctrinas actuales y modernas (sic, por lo que ello pueda significar para cada ciudadano).
Al presidente López Obrador y de manera ampliada a todo lo que representa la 4T los opinólogos tradicionales, que buscan la argumentación simple fácilmente entendible para sus oyentes, aquellos que solo entienden la distinción entre blanco y negro; le critican que sus políticas representan una vuelta al pasado, a ideas viejas ya superadas que le alejan de una modernidad (que no explican) pero que lanza el mensaje de una propuesta de cambio necesario y obligado para que el país avance.
Sin embargo, también hay una contradicción en lo que dicen estos mismos opinólogos y críticos del poder porque refieren que hasta la llegada de este gobierno “íbamos bien” y que ahora ya no. Bajo su ilógica lógica, las políticas actuales son viejas y las anteriores son modernas; o algún trabalenguas mental parecido.
En la historia reciente de los partidos políticos actuales nos encontramos interesantes ejemplos de lo anterior que podemos ligar a sus representantes:
Los jóvenes (en este discurso de polarización por edad cronológica representa cuarentones) del PAN, Marko Cortés como presidente de partido, Felipe Calderón al momento de robarse la presidencia y Ricardo Anaya como candidato (pronto, en fuga), representan a un partido que es conservador, tradicionalista, clasista, machista, misógino, privatizador y malinchista; pero en el discurso ellos encuentran una cacareada modernidad que fácilmente se contrasta con sus políticas reales. No hay espacio para extenderse en su constatada noción sobre derechos de la mujer, ideas de género, soberanía nacional etc. pero sí cabe el no olvidar esa visión de dinastías familiares y de herencias cual derecho de pernada, como capataces de finca (remember Diego), como es su realidad al interior de ese partido.
Hablar de la “modernidad” del priismo, encabezado por un ex presidente Salinas que a los 40 años condujo la presidencia y que afianzó las bases de la corrupción y la desigualdad, que desmanteló las empresas públicas en beneficio de parientes y amigos y que irrespetó flagrantemente los derechos humanos. Y qué decir del grupo de “jovenazos” en el gobierno de Enrique Peña Nieto, el nuevo PRI le decían, todos cuarentones: Emilio Lozoya, los Duarte, Borge, Sandoval, Rosario Robles, es decir la modernidad a cargo del saqueo de los recursos públicos.
El promedio de edad del gabinete de Vicente Fox y de Felipe Calderón rondó los 51 años, el de Peña Nieto de 52 y el del presidente López Obrador de 58; ¿ideas modernas vs ideas viejas? ¿Ya me voy explicando?
Y ahora lo interesante: en las elecciones del año pasado Nuevo León eligió gobernador, el partido Movimiento Ciudadano que se concibe como moderno, centrista, con visión de futuro ganó la elección a manos de Samuel García, no se puede decir siquiera que sea joven porque a sus 34 años no es más que un niñato, consentido, irreflexivo y frívolo hombre que en compañía de su socialité esposa, joven y moderna (sic); juegan a la casita de gobernantes y adoptan niños de orfanatos los fines de semana. ¡Esa es la modernidad de la que nos hablan! aquellos que dicen que en la 4T sus funcionarios “viejos” tienen ideas viejas.
Y la cereza del pastel: el mismo Movimiento Ciudadano, sí, este mismísimo “moderno y de centro” de Alfaro y ahora de Samuel García, ya tiene candidato para las próximas elecciones de Quintana Roo: el mirrey de mirrreyes (le agrada que se lo digan porque lo considera una característica positiva), el vacuo y decadente Roberto Palazuelos; la decadencia moral que representa el usufructo de los recursos públicos, la pose falsa y la arrogancia es la oferta “moderna” de este partido.
Cierro, pensando en estos “jóvenes tan modernos”, citando un verso de una joya de libro que recién me obsequiaron: “Él” de Catalina D´Erzell
En aquella tarde tibia y perfumada
recobró mi orgullo su serenidad,
al recibir la certera puñalada
de tu vulgaridad”