Intelectuales, México, Poder, Polarización, Política

La aristocracia del bufón

“Un intelectual que no comprende lo que pasa en su tiempo y en su país es una contradicción andante.” (Rodolfo Walsh)

Enrique Krauze y Héctor Aguilar Camín son los gurúes de la cultura mexicana contemporánea, vamos, no es cosa de risa porque que así se presentan ellos; los dos como cabeza de sendos grupos de “intelectuales” de -por cierto- muy mala memoria. Acostumbrados a servir al poder, a hacer caravanas y hacer reír al gobernante en turno, cambiaron la honestidad intelectual por el enriquecimiento propio de ellos y de sus negocios editoriales.

Durante los sexenios de Vicente Fox, Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto las revistas, folletos y otras publicaciones editoriales de Krauze y Aguilar Camín recibieron más de 530 millones de pesos del gobierno. Existen documentos probatorios que Aguilar Camín recibió cheques del gobierno del ex presidente Carlos Salinas  a cargo de la partida secreta de presidencia. Existe también la evidencia de que tanto a las revistas Nexos de Aguilar Camín y Letras Libres de Krauze, se les “compraban” decenas de miles de ejemplares mensualmente, mismas que ni siquiera tuvieron que imprimirse porque todo fue parte de la farsa “intelectual” del neoliberalismo a cargo de estos dos bufones del poder.

Durante la Edad Media, los bufones cumplían un importante papel  frente a la realeza, por una parte tenían el privilegio de ironizar sobre las autoridades y el mismísimo rey, lo que les permitía convertirse en la correa transmisora de los dichos del pueblo. Los bufones modernos, como estos vetustos y misóginos intelectuales mexicanos en cambio, utilizan la provocación y el escándalo para hacerse oír y ver por el poder, pero esconden lo esencial, su condición de prestanombres al servicio de los grandes grupos corporativos que les patrocinan. Ya no es el poder público, ahora son los grupos fácticos quienes les contratan y quienes les marcan la agenda que ellos traducirán en “exquisito” arte y palabrería.

Esa intelectualidad que no lo fue (si nos apegamos al significado de la palabra) y en cambio sí puerta abierta para el saqueo de recursos públicos, ni se acota a esos sexenios ni se agota en la compra de publicaciones,  alcanza también la distribución de puestos públicos relacionados con las áreas culturales y diplomáticas de todo el gobierno federal, entidades educativas, universidades y gobiernos estatales.

Así que pues ¿por qué pensamos que pudieran estar a favor de la Cuarta Transformación que les secó los recursos a que se habían acostumbrado? Ellos dos y todos aquellos -sus intelectuales orgánicos- que fueron cooptados con recursos, becas, publicaciones y privilegios, son la camarilla ruidosa que, abusando de su voz en medios públicos y privados, se presenta como los antagonistas a las ideas y nuevas formas de hacer y pensar en la política. Son ese grupo de 250 que recientemente firmaron un desplegado diciendo –en realidad amenazándose-  que votarán por la señora de los chicles y las gelatinas.

¡Touché!, nunca un desplegado tan claramente identificado entre los representados y quien les gustaría les represente. No es un tema de cultura o intelectualidad es un tema de negocios al amparo del poder.

A la derecha y el resto de conservadores mexicanos (es decir que incluyo tanto a la ultraderecha cercana al fascismo como a los progres buena ondita de la “izquierda” que se viste de rosa y votará por Xóchitl Gálvez); hay que recordarles –ahora que les gusta tanto hablar de polarización- que fue Krauze y su “Mesías tropical” y el haber sembrado, por esa intelectualidad que les representa, la idea del “peligro para México” lo que confrontó culturalmente los dos modelos del actuar político en que vivimos. Aclaro que digo y subrayo “culturalmente” porque la única polarización real y contundente es la de la desigualdad y la pobreza.

Despidamos pues a la aristocracia intelectual -a los más famosos escritores y publicistas de los sexenios pasados- del impresentable régimen corrupto que permitió que la educación, libros de texto, escuelas y proyectos culturales estuvieran cooptado en pocas manos y con un único sentido mercantil; solo así se explica el servilismo que tuvieron durante el neoliberalismo y el encono que tienen frente a un modelo que intenta cambiar todo aquello que se hizo mal.

Ellos, ese grupo encabezado por la bufonería, es el responsable de intelectualizar o más bien culturizar a la manera televisa y azteca. No hay sorpresas de su enojo, su ataque es despiadado y les durará no solo una semana más, porque aunque a partir del 2 de junio abrirán los ojos para darse cuenta que tendrán 6 años más de sequía en sus bolsillos, aún tienen mecenas suficientes para seguir fastidiando a cualquier gobierno y cualquier proyecto que no les pague. No sé si lo suficiente para mantener bajo control y seguir manipulando  al resto de abajo firmantes de su círculo cerrado de la élite intelectual, pero sí para seguir haciendo ruido.

¿Qué querían esos intelectuales, además de dinero y poder? Establecer ese modelo que tantos frutos dio a los gobiernos en turno: evitar la crítica social. Ante la reiterada aceptación y explicación de los sucesos políticos y sociales por parte de estos jerarcas culturales, si ellos decían que todo estaba bien y justificaban con sus elevadas teorías cualquier acto de gobierno provocaban que los medios –al unísono-  asintieran y siguieran con el discurso a favor del régimen en turno.

Mientras tanto, para ellos nosotros somos idiotas, no alcanzamos su nivel de suma inteligencia, así se expresan, así lo dicen; somos ese naco no solo social y económico sino también cultural; le atinan únicamente en que solo ellos disfrutaron de los privilegios que les proveyó la cercanía y sumisión al poder.

Desde un punto de vista ideológico, parece ser una novedad histórica definir al adversario dialéctico como “idiota” en vez de abordar sus ideas. Desde un punto de vista histórico no; ya es tradición: (des)calificar al otro para perpetuar su opresión. Estas ideas responsabilizan a los oprimidos de su opresión y al mismo tiempo niegan la existencia de ésta. Legitiman un orden heredado de un pasado (del que no quieren que se hable) en nombre del futuro progreso (que ellos ofrecen y ahora sí cumplirán). Adiós bufones, adiós aristocracia cultural, no doblegaron al gobierno de López Obrador, menos lo harán con el de Claudia Sheinbaum. Ustedes tan Derbéz, nosotros tan Bradbury.

Estándar

Un comentario en “La aristocracia del bufón

Deja un comentario