“Una prensa cínica, mercenaria y demagógica producirá un pueblo cínico, mercenario y demagógico.”
Joseph Pulitzer
Desconozco si cuando Thomas Alva Edison inventó el fonógrafo pensó que 12 años después el empresario Louis Glass le adaptaría un aditamento con ranura que recibiera monedas (las sinfonolas o rockolas) e hiciera que tocara la selección musical elegida por el pagador. Y así es como tan maravilloso invento se convirtió en la máquina que toca la música que quieres si le pones monedas.
Ante el avance de los medios digitales para escuchar música, hoy en día las Sinfonolas son escasas reliquias, tal vez algún fabricante existe aún pero definitivamente ya son difíciles de encontrar en cafeterías y restaurantes como antaño.
En México sí tenemos sinfonolas, desde hace décadas hemos convivido con ellas; distintas a las de Edison y de Glass pero coinciden conceptualmente en lo fundamental: que si se les echa monedas tocan lo que uno quiere; me refiero a la mayoría de la tradicional prensa mexicana: periodistas, columnistas, abajofirmantes, presentadores de noticias y youtuberos e influencers.
Cuenta Enrique Serna en su libro “El vendedor de silencios” cómo funcionaba desde el periodo posrevolucionario el pago a los periodistas para que dijeran lo que los políticos querían que se dijera o lo que querían que NO dijeran. Y Serna se detiene en Carlos Denegri, aquél periodista de Excélsior que hizo del “chayote” el epítome del modus vivendi de muchos periodistas mexicanos desde la primera mitad del siglo pasado. De él, el gran Julio Scherer dijo: “Es el mejor y el más vil de los periodistas”
Esa escuela de Denegri que siguieron y siguen tantos otros comunicadores se rige por el principio de la sinfonola, los gobiernos, funcionarios o políticos les echan monedas y estos dicen o dejan de decir lo que se les solicite.
Recordemos que está documentado, es decir que no es de oídas o de que creo o que me contaron, que en el sexenio de Peña Nieto decenas de periodistas e intelectuales recibieron enormes cantidades de dinero, sin razón alguna porque cada uno de ellos trabajaba en algún medio privado, entre otros: López Doriga más de $251 millones, Enrique Krause más de $144 millones, Oscar Mario Beteta más de $74 millones, Beatriz Pagés más de $57, Federico Arreola más de $53, “Callo de Hacha” más de $43, Raymundo Rivapalacio más de $31, Ricardo Alemán más de $25, Adela Micha más de $24, y así Luis Soto, Pablo Hiriart, Jorge Fernández Menéndez, Rafael Cardona, Guillermo Ochoa, Francisco Cárdenas, Eduardo Ruiz Healy, Martha Debayle etcétera, la lista es larga y cuantiosa; se calcula que el sexenio del priista Peña gastó en publicidad más de 60 mil millones de pesos, ¡algo sin precedente! en cuanto a monto pero nada distinto a los esquemas seguidos por el PAN y PRI en todos sus sexenios. ¿Será esta la explicación de por qué estos mismos periodistas y los medios en los que trabajan están tan enojados? Ya nadie les echa monedas, el bolsillo de estas sinfonolas se secó por parte del gobierno de López Obrador.
Y ahora en la búsqueda de la “chuleta”, a la que aun siendo ya tan adinerados se niegan dejar de perseguir, se acercan a los gobiernos locales panistas perredistas y priistas, a empresarios y grupos de interés para que les mantengan esa forma de trabajo, estos han entendido que estos comunicadores e intelectuales son fácilmente comprados y guían su contratación bajo el lema: “Con dinero baila el perro”. Y pues como hasta en los perros hay razas, unos cobran más que otros.
Estos sinfonolas a los que me refiero dicen lo que le conviene a estas personas y grupos que digan, son mercenarios de la pluma y la palabra.
La razón de que sea menos importante su actuar es que actualmente la información en las redes sociales permite identificar rápidamente cuando ésta es falsa, sesgada o atiende a intereses personales o de grupos en contra del presidente López Obrador y el movimiento 4T. El hecho de que crean (o hagan creer a sus patrones) que la opinión pública se rige por lo que ellos dicen es con el fin de seguir enriqueciéndose a costa de ordeñar los bolsillos de quienes les manda, pero no porque realmente incidan en la sociedad, tan solo en la masa acrítica y conservadora que les sigue. Ya no, la diversidad en las redes sociales, la mayor conciencia social, la inmediatez de compartir datos o sucesos en los teléfonos celulares hacen que se diluya la importancia que tuvo su forma de actuar.
El dato que deberían revisar estas sinfonolas es el que les dice que a pesar de todos sus esfuerzos de comunicación sumados para intentar destruir al presidente, a los miembros de su gobierno y a las políticas y proyectos en curso, la mayoría de la gente al interior del país mantiene y acrecienta su apoyo a la 4T; les debe frustrar saber que es porque ya no se cree en lo que ellos digan sino que la información deriva de la realidad y de los datos que de manera transversal permean en el tejido social. Y al exterior el que el presidente López Obrador haya sido considerado por la consultora internacional Morning Consult Political Intelligence como el presidente de mejor desempeño entre los presidentes de las economías más importantes entre ellos: Merkel, Biden, Trudeau, Modi, Draghi y Bolsonaro; les debe hacer patente la insignificancia a la que llegaron sus voces.
Decía hace más de 80 años el famoso político alemán Otto von Bismarck: “La Prensa no es la opinión pública”, décadas después estos sinfonolos y sinfonolas hacen como que no se han enterado.