En la cabañuki de mi papi en la montaña papalord, ahi llevamos a las lobukis para matar el frio auuuuuuushhh.
Mexican curiosité
Hace algunos años, un Instituto preparatoriano, un centro de estudios “de élite”, religioso, exclusivo para hombres, gestionado por los Legionarios de Cristo, dio el campanazo a una realidad de la que poco se hablaba en ese momento. Un video clasista, racista, misógino y discriminatorio fue el colofón de la celebración de graduación de una generación de varones. Se presentaba en sociedad una nueva camada de mirreyes.
En el polémico video, los jóvenes estudiantes hacen pasar por un casting a un grupo de mujeres para ser elegidas como sus parejas de baile. Los nuevos mirrreyes, acompañados por un jaguar y flanqueados por dos mayordomos morenos, las obligan a lavarles los pies al tiempo que las desprecian hasta encontrar a la que es digna de su estulticia. En respuesta a las críticas, el Instituto Cumbres expresó en un comunicado que el video “no representa los valores del centro”
Y sin embargo, sí, sí los representa, (este vergonzoso video puede verse en redes aunque ha intentado ser bloqueado por sus hacedores), a nadie sorprende que el elitismo legionario tenga como consecuencia la formación de algunos estudiantes, muchos de ellos hijos de políticos, narcotraficantes y empresarios beneficiados con contratos públicos, que no tiene comedimiento para exhibir un derroche económico sin precedentes: la herencia que se encontraron en la cuna en que nacieron.
La vida “mirrey” de abusos y clasismo por parte de estos jóvenes herederos: de borracheras con decenas de botellas de champaña descorchadas en los antros, de viajes en aviones privados, de cuentas de miles de dólares en restaurantes, de bolsos y ropa de marca por la que se pagan cientos de miles de pesos, de choferes y personal de servicio las 24 horas, conforma un estilo de vida particular y fácilmente identificable porque está rodeado, invariablemente, de gasto ostentoso, exhibicionismo y narcisismo. La marca de la casa del mirreynato es el alarde de riqueza acompañado de una muy dolorosa comedia en la que estos individuos actúan para sí mismos. Son porque se ven en sus fotos y redes sociales, si no hay foto, no son.
¡Mi Jaime renunció ayer!, me dueles México.
En la escala involutiva de los estereotipos de tribus que conforman la sociedad mexicana, en el escalón más bajo y decadente se encuentra aquella conformada por estos mirreyes: niños mimados, insensibles, insustanciales, ricos, que poco tienen que ver -aunque de algún modo son sucesores- de un esnobismo casi ingenuo representado por las llamadas niñas fresa, los niños bien o los junior; clan que en su etapa de debilidad intelectual derivó en este grupo promotor de la impunidad, la prepotencia y el desprecio por la cultura del esfuerzo. Eso sí, han creado una forma de hablar, ininteligible a veces, para marcar distancia con el idioma español tan de los comunes y corrientes. Ellos viajan en su «yatesuki papawh” mientras nosotros apenas y para la panga tenemos.
Ahora, ¡a lo que te truje Chencha!, si les oye decir: ¡es un tema político goeeey! Ya valimos.
El futuro no pinta bien si estas personas llegan al poder. ¿Si, cómo que si? No, la pobreza intelectual que predomina en las élites de poder mexicanas es inocultable y ha permitido que estos mirreyes ya se encuentren dirigiendo gobiernos locales, tengan diputaciones, senadurías y puestos de responsabilidad. Son los nuevos monárquicos arrodillados.
Han llegado al poder, de la mano del PAN, del PVEM y de MC personas insensibles, que no solo no entienden que no entienden, sino que tienen en sus manos decisiones que marcan el futuro de millones de personas. Formados en entornos de plena ignorancia de la realidad social definen políticas públicas que afectan a las mayorías.
En España se les llama pijos, en Argentina chetos, en Chile cuicos, en Colombia gomelos, en Bolivia jailones, en República Dominicana jevitos, en Ecuador pelucones, en Costa Rica pipis, pitucos en varios lugares del Cono Sur, en Panamá yeyés, en Venezuela sifrinos, en todos los países hay apelativo para estos “mirreyes”. No son producto exclusivamente mexicano, son producto consecuencia de un neoliberalismo que puso al frente de cualquier valor ético, moral o social, el tener para ser, el tener para ostentar, el tener para hacer el ridículo con conocimiento de causa.
Afortunadamente estos nuevos gobernantes y empoderados políticamente, se enfrentan a que lucrar con la cultura del desprecio se convirtió –socialmente- en una canallada que equivale a su suicidio político, gobiernan una vez pero no repiten, la sociedad mayoritaria los identifica y a su vez les desprecia. Un gobernador de Nuevo León como Samuel García (tan fosfo fosfo), un dueño de partido como Jorge Emilio González, un aspirante a gobernador como Roberto Palazuelos, muchos de los “jóvenes” panistas que acompañaron los gobiernos foxista y calderonista, todos ellos desconectados de la ciudadanía; son como las tigridas, esas plantas que solo florecen por un día. Florecen al amparo de ruido mediático, de redes sociales, de compadrazgos y de corrupción, pero al no tener sustento intelectual o social perecen en cuanto son vistos por los «otros», reivindican su ignorancia afirmando su veracidad (material).
Estos individuos, mujeres y hombres, tienen la sensación de decir la verdad sabiendo que están diciendo cualquier cosa, se conceden importancia apelando a su propia tragedia. Si los oye ponga atención, escuche su lamento mientras observa su camisa desabotonada, se saben vacíos. Recuerden las célebres palabras de Samuel García sobre la dura infancia que le tocó y formó al lado de su padre, ésta perorata nos explica mejor lo que yo intenté aquí: “Era bien duro porque me decía: ‘Si quieres que te pague la semana te tienes que ir conmigo al golf el sábado, y terminando los 18 hoyos te pago la semana.»