La mafia no es sólo una organización criminal. No es sólo gente con pistolas. Es un sistema de poder que se convirtió en el sistema político y legal.
Leoluca Orlando, alcalde de Palermo, Sicilia.
Como en los casos más sonados en que se ha juzgado a los grandes mafiosos del mundo, hoy le toca su parte a los excelsos pandilleros mexicanos; así como hace pocos años fue el Chapo (aquél que se le “fugó a Fox), hoy es García Luna (aquél que regenteó por 6 años la seguridad (re contra sic) mexicana a la par que los negocios del narco-panismo. No hay mucha diferencia de lo que sucede hoy con éste mexicano en el banquillo de una corte estadounidense con los casos de los Gambino de Nueva York, la Cosa Nostra de Sicilia, el famoso traidor Buscetta de la Ndranghetta italiana; la justicia y la traición van de la mano, una vez que sus cómplices “cantan”, se les agota la fiesta.
En el juicio al exsecretario de seguridad, mano derecha, hombre fuerte y cómplice del presidente Felipe Calderón se exhibe, públicamente en el extranjero, de manera vergonzosa a México por hechos del sexenio de la mafia panista. Mientras tanto, aquí los medios de comunicación tradicionales hacen como que la virgen les habla, ven para otro lado y, en el mejor de los casos, presentan la noticia romantizando que el presunto criminal que ocasionó la inacabable tragedia de violencia mexicana-siempre bajo el mando del ex presidente- le mandó un beso a su esposa al llegar a la corte neoyorquina.
Que los medios de comunicación mexicanos soslayen una de las noticias más importantes que explica el deterioro institucional y de justicia de este país; que los medios tradicionales mexicanos no estén cubriendo la noticia en sitio tan solo nos deja ver que se saben enjuiciados también, saben que se habla de ellos, saben que mientras acusan a García Luna de narcotráfico, corrupción y quien sabe cuántos crímenes más, también se habla de ellos.
Este juicio se lleva de la forma en que generalmente sucede en los procesos mafiosos en los que es de la boca de los propios integrantes de las redes criminales que relatan y comprueban los delitos de los acusados, porque rompen la omerta, ese pacto de silencio con el que se encubren unos a otros mientras así les conviene; y en este caso nos sirve por lo menos (ya que desconocemos su desenlace), para fortalecer el recuerdo de los excesos y desenfreno que son capaces de cometer quienes ya gobernaron y que pretenden regresar al poder.
Todos supimos, porque lo tuvimos frente a nuestras narices, el abrumador nivel de deshonestidad en el que se desenvolvió el panismo, de manera creciente en el foxismo hasta alcanzar una cúspide de terror en el calderonato; los vimos, los disimulamos, los sufrimos, los mantuvimos, y no obstante ello en las elecciones del 2012 se le dio paso al peñanietismo, un gobierno que si no criminal como el que le antecedió sí igual o más corrupto y deshonesto. Que no se olvide que quienes votaron a favor de esos gobiernos están siendo también juzgados en Nueva York; aunque les duela y no lo reconozcan, son cómplices por acción, omisión, coparticipación o silencio.
Para ellos, ya sea los votantes por esos gobernantes como las élites partidistas que los encumbraron, como los expresidentes, los funcionarios que cogobernaron con ellos, sus “cuates” a quienes favorecieron con los inéditos recursos del narcotráfico, lo que ahí sucedió durante esos años son sólo cifras abstractas, números que “únicamente” hablan de pérdidas humanas (que no son las suyas y por lo tanto no les importan) y de un rompimiento en el pacto social mexicano (lo que sea que eso le signifique al país porque no es con ellos pensarán); todo ello en un contexto en que empresarios, periodistas y dueños de medios de comunicación vinculados a los gobiernos de turno ganaron millones de pesos a la sombra de la tragedia mexicana. Lejos, muy lejos para ellos, queda la angustia y el dolor de los cientos de muertos y desaparecidos en la espiral imposible de contener incluso hoy.
Así que tal parece que la consigna es mejor no hablar, tirar al olvido los hechos que marcaron y persisten en México, y ¿por qué el silencio? A poco es como decía el filósofo y lingüista Ludwig Wittgenstein: “De lo que no se puede hablar, es mejor guardar silencio”. ¿Quién no puede hablar? ¿Qué lo detiene? ¿Por qué los medios callan? Y sin embargo, la mafia ya habló, la mafia mexicana que acompañó y enriqueció al panismo está hablando, serán decenas de voces las que relaten cómo fue que tejieron las relaciones de negocio con las autoridades más altas del gobierno mexicano en los sexenios ya conocidos como la docena trágica.
Al ser desvergonzadamente desnudado el sexenio panista, nos permitirá ver cómo es realmente la política en su interior cuando es dirigida por delincuentes que dejaron ver públicamente la calaña de sus componendas, los negocios delincuenciales que persiguieron y la corrupción a la que subordinaron a las instituciones (que hipócritamente dicen hoy defender), en las siguientes semanas se hablará de la mafia que convirtió a la nación en su rehén para poder saquearla impunemente; la misma que transformó al Estado en un Estado pandillero.
Vale la pena estar atento a lo que suceda las siguientes semanas, conocer -de su propia boca- las narraciones de los que participaron en la “guerra calderonista”. La función ya comenzó, tan es así que Calderón ya se “fugó” a España, esa España que hoy se ve convertida en el basurero de políticos corruptos de todo el mundo. Tomen sus butacas, disfruten sus palomitas, disfruten ver como caen públicamente las máscaras del conservadurismo mexicano solapador del narcotráfico.