“Pocos se imaginan cuánta tristeza fue necesaria para resucitar Cartago” (Flaubert). Cambien Cartago por México.
La revolución francesa incorporó un nuevo calendario, hoy podemos interpretar que no solo por la intención de medir el tiempo de otra forma, sino más bien como el inicio de un compendio histórico. El calendario de la 4T no inició en el 2018, se viene construyendo desde hace siglos, en él están presentes todos los momentos que nos trajeron al hoy, incluyendo -de manera resaltada- también la hipocresía del conservadurismo y su pretensión de heredarnos un porvenir de migajas; es necesaria la perspectiva amplia para no agotarnos en pequeños circunloquios porque esto apenas empieza, que 6 años no es nada.
Estamos frente a otra de las batallas más importantes de este sexenio –la conformación del Plan C y con ello la reforma al poder judicial- también del inicio de las decisiones fundamentales y formación de equipo de trabajo de la presidenta Sheinbaum pero, como si esto no fuera lo importante, por ahí andan algunos distraídos en quién ocupará una diputación plurinominal. Lo de Mayer, el plurinominal en cuestión, es un sapo a tragar, porque en política se tragan sapos, en la construcción de mayorías se tragan sapos que son necesarios para haber logrado lo que se obtuvo:
- Se ganó la presidencia, las Cámaras de Diputados y Senadores, 7 de 9 gubernaturas, cientos de municipios y alcaldías. A pocos días de la elección estamos por aprobar la tan anhelada reforma de justicia y otros cambios constitucionales que promueve Claudia Sheinbaum como es la de pensiones a mujeres de 60 a 64 años y la de no reelección de diputados y alcaldes.
- En la casa de enfrente, la derecha se encuentra en una extraña paradoja: mientras los partidos perdedores andan por los duelos, agravando su derrota con la traición a su propia causa, arrinconados en el desprecio de sus propios votantes hacen cuentas para saber para qué les alcanza el presupuesto que tendrán a partir de ahora -que se antoja insuficiente para la horda de rapiñeros que pululan históricamente en esos institutos- a la vez que un ejercicio de catarsis que los lleva a mentarse la familia entera, es divertido ver en que acabaron aunque es patético el papel con el que se dicen: tú eres un pillo, tú lo eres más. Así el PAN vs. el PAN, así el PRI vs. el PRI. Las victorias unen, las derrotas separan. Recordé el diálogo de la película de Benton de 1979, “Kramer vs. Kramer”: – ¡Te odio!
– ¡Y yo a ti!
– ¡Quiero a mi mamá!
– Soy todo lo que tienes.
Por su parte, los medios de comunicación, lobistas y representantes de las podridas élites de este país, arrecian su guerra sucia ahora para robarse en tribunales lo que ganamos en la elección. Esa paradoja explica que por sobre los partidos están los titiriteros que no obstante la derrota de los primeros seguirán impulsando la ruindad, ergo, la guerra sucia se mantiene. ¿Y nosotros distrayéndonos con el bailarín que ya nos traicionó, que votó en contra de todas las reformas de la 4T, que insultó a los morenistas y que apoyó las marchas rosadas? Que nos sirva para lo que nos sirva y después él decidirá si jala la cadena de su excusado.
Si la suma de lo que ganamos más lo que quedó de ruinas en el congal que conformó el mareo rosa, no nos es suficiente para decirnos vamos bien, vamos muy bien, y que la dirigencia del partido hizo un gran trabajo; entonces hay un egocentrismo por parte de quienes prefieren ver tan solo para su propio interés. Hay una forma muy simple de verlo, ¿Qué teníamos hace 10 años, hace 6, hace 2 meses, el 3 de junio? Hacer ese recorrido puede abrir los ojos a más de uno que se solaza en la crítica de lo que –en este momento- no es sustantivo.
Tenemos que comprender lo sucedido en estos años de 4T para aprender la lección a manera de legado: unidos somos imparables, separados nos desgastan.
En 2018 recuperamos y le dimos sentido a lo que la sociedad había perdido, la orientación del ideario de la Independencia, la Reforma y sobre todo de la Revolución: que la sociedad fuera más igualitaria y se acotara a las élites que depredaron los recursos públicos. Recuperamos también la capacidad de encarnar la historia como aquella de los individuos y no la de las hazañas en abstracto. Eso, que en mi opinión es el mayor legado de López Obrador, resume el tamaño de sus hechos, de nuestros hechos.
Mientras escribía esta columna, recibí la columna del sociólogo y compañero nuestro en el movimiento cuatroteista, Germán Castro, https://losreporteros.mx/no-gracias-a-ti/; la sintonía con lo que yo pensaba también escribir hace necesaria que la comparta (tanto en el sentido de transmitir como de coincidir). Me parece concordamos en que es mucho lo que hemos hecho y avanzado pero añado también que es mucho más lo que nos falta por lograr.
No es momento de pensarnos en un presentismo indeterminado como el que la derecha pretende, sino continuar en la idea de la marcha continua hacia el futuro. Hay un pasado que nos destruyó, y ese pasado está ahí, cito al historiador Fernando Cuesta en su semblanza sobre el gran filósofo Walter Benjamin: “El don de encender en lo pasado la chispa de la esperanza solo le es dado al historiador perfectamente convencido de que ni siquiera los muertos estarán seguros si el enemigo vence. Y ese enemigo no ha cesado de vencer.”