2024, 4T, Oposición, PAN, PRI

El payaso de la dictadura

“El periodismo moderno justifica su existencia por el gran principio darwiniano de la supervivencia del más vulgar.” Oscar Wilde.

Hay un entorno propicio para que un pelafustán con peluca verde insulte al presidente, no es otro más que una irrestricta libertad de expresión. Y, eso sí, cada quien elige cómo expresarse y cada quien se dirige a su público; esto último habla más del público de Brozo que de él; ese público al que le dice “culeritos” y que ante la plena grosería y vulgaridad se ríe,  que el bufón diga que el presidente es dictador les emociona, que les hable de huevos y mamadas les halaga.

El payaso “político” actual, aquel que se construye una imagen pública de bufón: iracundo, imprevisible, de chiste fácil, del sarcasmo sobre la noticia actual; ese que en teoría parte de la autenticidad de oponerse al sistema y a los buenos modales y de despreciar lo políticamente correcto, que transcurre su “stand up” entre la sorna y el insulto ligero o grave; que se vanagloria de su libertad de expresión burlándose de minorías, de mujeres, de razas, de clases sociales, es cada vez más común verlo como parte de la “comentocracia” en todo el mundo. Las redes sociales abrieron su espacio de actuación y ese fenómeno de “banalización de la cultura” tan presente le acuerpa.

México no es la excepción, aunque con su propia modalidad; ya no cercanos al poder en el sexenio actual (no hay recursos públicos que caigan a sus bolsillos) los bufones de turno (Chumel, Kenia, Lilly, Brozo, Gilberto Lozano, Dresser etc.) están intrínsecamente ligados a las élites económicas; anteriormente cuando estas élites controlaban al Estado (particularmente durante el neoliberalismo) servían para que el resultado de su comicidad fuera el elogio al gobernante, el sí señor, sí señor. En ese mismo periodo de 6 décadas anteriores, la acotada y autorizada (de la que nunca se quejaron) “libertad” de expresión obligaba a que no se molestara al gobernante y su familia, pero sobre todo a que no se atacara el modelo económico y poco más; el clasismo y misoginia sí eran permitidos en el sketch de pronta-risa. Ahora, esos bufones y payasos atienden la agenda de las élites que, dispuestas a pagarles ingentes cantidades de dinero (la cuota depende del número de seguidores), a cambio requieren que esa vocería o gritería llegue a un público -atraído por ese humorismo que envuelve el mensaje político clasista y racista con jocosidad- dispuesto a reír aun sin entender.

Hay una gran diferencia entre el bufón clásico y el actual. Los payasos, bufones, histriones, arlequines, “clowns” como se les dice en inglés, siempre han sido integrantes de los sistemas de poder. Su relación –histórica- con las élites de poder se da en todo el mundo y a lo largo del tiempo; los payasos en las sociedades europeas, asiáticas e islámicas cumplieron un papel que no fue solamente entretener en las cortes y palacios, sino además y de manera importante recordarle a los reyes que estaban rodeados por aduladores, que ellos –los monarcas- eran simplemente humanos y, por lo tanto sujetos de error. Actualmente (y la razón es que ya no son pagados por el gobernante en turno) su fin es ponerse al servicio de un amo que les mira con desprecio pero que les utiliza a conveniencia de una agenda que busca recuperar privilegios perdidos.

La sola presencia del payaso tiene una implicación en la que se plantea una doble personalidad, la del personaje y la del intérprete. El problema viene cuando ambas figuras se yuxtaponen y dejan de diferenciarse, tal es el caso de Víctor Trujillo/Brozo –Brozo/Víctor Trujillo. El misógino comediante que pasó, en maroma con triple salto mortal, de la crítica política al escarnio coprológico-infantilizado del insulto fácil, llevado por la voracidad económica que lo llevó de ser medianamente respetado a ser considerado una lacra mediática. El chistosito buleador que con micrófono en mano y el patrocinio de Carlos Loret y Roberto Madrazo en la plataforma Latinus cree que con insultos, mentiras y ataques infundados hará mella en la aprobación presidencial o en pretender incidir en el proceso electoral del 2024. El verdadero Víctor Trujillo/Brozo Brozo/Víctor Trujillo se muestra como lo que siempre fue, un conservador de closet al acecho de una oportunidad que le permitiera ofrecer las nalgas (ya que estamos en modo Brozo) al festín particular de la comedia de ClaudioX que lleva como protagonista a la señora de las gelatinas.

La vida tiene diversas formas de hacer justicia, tiene balances naturales; el payaso de peluca verde purga con ser Víctor Trujillo, Víctor Trujillo expía con ser Brozo.

«Nada más le digo a Brozo que si yo fuera dictador, él no estaría diciendo esas cosas», le dijo el presidente; se le olvida al bufón de nariz roja que en cualquier régimen dictatorial su palabrería sería perseguida y penalizada; sin ir más lejos, en el prianismo muchos comunicadores fueron castigados severamente, incluso perdieron sus trabajos, por atreverse a hablar del alcoholismo de Felipe Calderón o de la casa blanca de la gaviota y su consorte Peña Nieto. Que Brozo diga que López Obrador es un dictador es una falta de respeto, no para el presidente, no para la 4T en su conjunto, no para los chairos -porque ya sabemos de dónde viene ese vómito de odio- es una falta de respeto para la prensa que históricamente se afanó en que se cumpliera la libertad de expresión no solo como una máxima de ley sino como una de realidad.

Se equivocó de dictadura, la suya, en la que él vive, es la dictadura que le impone su avidez por el dinero y el verse obligado a ser el chistoso del jerarca ClaudioX; Brozo no tiene salida, es víctima de su ego y de su titiritero, él eligió esa dictadura tan propia de su ruindad; al acusar de dictador a López Obrador solo refleja su nivel de estupidización y su poco discernimiento; como dijo Nicolás Guillén: “soldado, aprende a tirar”.

Uno no puede mentir o insultar sin consecuencia sin que la ciudadanía se lo cobre cuando tenga oportunidad. Si Brozo cree que su bajeza es graciosa, la respuesta la tendrá cuando le confronten los ciudadanos en la calle.

La caída libre en la que se encuentra la oposición se expresa clara y fatalmente en la ira del conservador comediante Víctor Trujillo/Brozo; no hay deslinde de sus seguidores ni de la Sra. X, ni de PRI y PAN, ni de los tele-intelectuales que firman desplegados, ni de los políticamente correctos (cuando les conviene); este figurín vestido de payaso les representa cabalmente.

Estándar

5 comentarios en “El payaso de la dictadura

  1. Avatar de Jorge Hernández Jorge Hernández dijo:

    Este tipo de personas con una entraña maligna que encaja en el oportunismo para sacar ventaja monetaria, en su ego piensa que convence a la sociedad con su periodismo mezquino sucio lleno de podredumbre queriendo suministrar ideas disfrazadas de su verdad, manifesta palabrería llana acomodada en comedia y un disfraz de cobardía mostrando bajeza servil a una clase poderosa con un derecho que cree que tiene para utilizarlo y ofender a presidente. Se cree perseguido en su conciencia por el gobierno y le adcudica el adjetivo de dictadura que lo encierra en su propio veneno que lo corrompe…

    Me gusta

  2. Avatar de Manolo Ywrwna Manolo Ywrwna dijo:

    De ‘perrada’ a ‘culeritos», estos adjetivos aceptados por ellos, da cuenta del tipo de audiencia de este pseudo comunicador.
    Que utiliza un disfraz para ocultar la cobardía de un tal Víctor Trujillo.

    Me gusta

Replica a Manuel Cancelar la respuesta